"No emplees tu tiempo sólo en trabajar. Úsalo también para convencer... y generar así los acuerdos"

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miércoles, 11 de noviembre de 2009

Las prisas no son buenas

Hace poco me hicieron llegar un correo con una historia que data del 2007. Seguramente muchos de ustedes ya conocerán la anécdota, pero es posible que haya alguno que todavía no la haya oído o leído. La transcribo, porque la reflexión que provoca puede ser trasladada al ámbito empresarial. La verdad, no creo que haga falta que yo añada nada más:

Un hombre se sentó en una estación del metro en Washington y comenzó a tocar el violín, en una fría mañana de enero. Durante los siguientes 45 minutos, interpretó seis obras de Bach. Durante el mismo tiempo, se calcula que pasaron por esa estación algo más de mil personas, casi todas camino a sus trabajos.
Transcurrieron tres minutos hasta que alguien se detuvo ante el músico. Un hombre de mediana edad alteró por un segundo su paso y advirtió que había una persona tocando música. Un minuto más tarde, el violinista recibió su primera donación: una mujer arrojó un dólar en la lata y continuó su marcha.
Algunos minutos más tarde, alguien se apoyó contra la pared a escuchar, pero enseguida miró su reloj y retomó su camino. Quien más atención prestó fue un niño de 3 años. Su madre tiraba del brazo, apurada, pero el niño se plantó ante el músico. Cuando su madre logró arrancarlo del lugar, el niño continuó girando la cabeza para mirar al artista. Esto se repitió con otros niños. Todos los padres, sine excepción, los forzaron a seguir la marcha.
En los tres cuartos de hora en que el músico tocó, sólo siete personas se detuvieron y otras veinte dieron dinero, sin interrumpir su camino. El violinista recaudó 32 dólares. Cuando terminó de tocar y se hizo el silencio, nadie pareció advertirlo. No hubo aplausos, ni reconocimientos.
Nadie lo sabía, pero ese violinista era Joshua Bell, uno de los mejores músicos de mundo, tocando las obras más complejas que se escribieron alguna vez, en un violín tasado en 3,5 millones de dólares. Dos días antes de su actuación en el metro, Bell colmó un teatro en Boston, con localidades que promediaron los 100 dólares.
Esta es una historia real. La actuación de Joshua Bell de incógnito en el metro fue organizada por el diario The Washington Post como parte de un experimento social sobre la percepción, el gusto y las prioridades de las personas. La consigna era: en un ambiente banal y a una hora inconveniente, ¿percibimos la belleza? ¿Nos detenemos a apreciarla? ¿Reconocemos el talento en un contexto inesperado?
Tan sólo una mujer le reconoció. Stacy Fukuyama, una funcionaria del Departamento de Comercio, llegó casi al final de su actuación. No lo dudó ni un segundo: el que tocaba el violín no era ningún artista callejero. Le había visto hacía tres semanas en un concierto en la Biblioteca del Congreso. Y se quedó mirando, atónita, hata que la última nota salió del Stradivarius. “Ha sido lo más impactante que he visto en Washington”, reconoció Fukuyama. “Joshua Bell estaba allí tocando en hora punta, y la gente no se paraba, ni siquiera miraba. ¡Algunos incluso le echaban monedas! ¡Cuartos de dólar! Yo eso no se lo haría a nadie”.
Lo que más extrañó a Bell, sin embargo, fue que al final de cada pieza “no pasaba nada”. Nada. Ni un bravo, ni un aplauso. Sólo silencio. En total, Bell almacenó en la funda de su Stradivaruis 32 dólares y algo de calderilla. “No está mal”, bromeó, “casi 40 dólares la hora. Podría vivir de esto… ¡y no tendría que pagar a mi agente!”
Una de las conclusiones de esta experiencia podría ser la siguiente: si no tenemos un instante para detenernos a escuchar a uno de los mejores músicos del mundo interpretando la mejor música escrita, ¿qué otras cosas nos estaremos perdiendo?


Recientemente hemos estado hablando aquí y en otras páginas de estereotipos, de apariencias, de talentos, de propuestas... Hay valores anónimos en las empresas al igual que en las estaciones de metro esperando ser reconocidos. Están ahí, pero sólo hay que fijarse un poco, ¿verdad? (Vaya, al final no he podido evitar añadir una última reflexión).


22 comentarios:

  1. Conocía la historia.
    Ojala pudieramos percibir todos esos detalles que engrandecen la vida, creo que sería realmente alcanzar un nivel notable de madurez como persona.
    Pero me temo que la realidad es otra...

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  2. Había tenido oportunidad de leer esta historia, un poco más resumida.

    Bueno, a 40 dólares la hora, se sacaría unos 6.000 dólares al mes, libres de impuestos... (no he podido evitar hacer el cálculo ;-)

    Creo que refleja lo que sucede muchas veces en otros ámbitos, que las apariencias cuentan mucho (que se lo pregunten a Madoff y a los que fueron estafados por él), y que parafraseando lo de la mujer del César, además de valer, hay que parecerlo.

    Gracias por compartirla, es para reflexionar, ciertamente.

    Un saludo
    Pablo Rodríguez

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  3. Hola germán.

    No conocía la historia, pero es muy gráfica. La percepción nos engaña a menudo, o nos dejamos engañar por ella, lo que demuestra que tenemos muchas veces poco criterio y búscamos la seguridad de la aceptación para pronunciarnos. Es decir, nos educan para percibir (los niños tuvieron otra reacción/percepción)
    Eso pasa en todos los ámbitos, y el profesional no escapa a ello, con lo cual mucho talento queda oculto por esa forma de prejuzgar que tenemos.
    Buen e inetersante post.
    Un abrazo

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  4. Hola Germán:

    Yo no había leído la historia, pero tampoco me sorprende. No sé si leiste el post de Pablo Rodríguez sobre "el halo". En el relato que nos cuentas, creo que el motivo del "desinterés" de la gente viene dado, precisamente, por el halo que desprende la situación, el entorno, el decorado: un músico callejero, en el metro, otro más que no tiene prisa, que no trabaja, que vive de limosnas...¿sigo? Da igual que sea un virtuoso de la música, que su violín suene como pocos, da igual...porque lo hace en la calle, no tiene valor.¡Qué triste! ¿verdad?.
    Vístelo de frac, anúncialo a bombo y platillo como el "violinista del siglo" y el gran concierto que "todos, con buen gusto, deberían ver y oír", habla del precio de su violín, de cuánto público logró en su último concierto y en las taquillas tendrán que poner "Localidades agotadas".
    Desgraciadamente, así somos, como urracas, que atesoramos sólo lo que brilla, aunque no sepamos distinguir si es oro, plata, bisutería o un envoltorio de pipas vuelto del revés.
    Y lo peor es que ocurre de verdad, con gente de carne y hueso, con virtuosos de la vida a los que sólo les falla "el lustre" circunstancialmente.

    Para Pablo Rodríguez:

    Ya que te gustan las cuentas, :) ¿crees que con 6000 euros al mes te financiarían la compra de un Stradivarius tasado en 3.5 millones de dólares? ¿y si vas con el mismo sueldo pero vestido de "músico callejero", te lo darían?. El halo, amigo..cuánta razón tienes.

    Germán, un post para reflexionar, sin duda alguna. Tendremos que esforzarnos más en ver antes las virtudes que los defectos, no crees?.

    Un abrazo, amigo.

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  5. Hola Germán tengo un post de esta misma historia. Pero siempre es bueno reflexionar sobre ella y encontrar nuevos matices. Vamos por la vida con orejeras como los burros o con ojos de buey sin percatarnos de lo que pasa a nuestro alrededor. A lo nuestro. Ni oímos, ni vemos, ni celebramos. Vivimos de las apriencias que es otra de nuestras características. Aparentar. Siendo así como nos vamos a fijar en un mendigo aunque este sea el mismo Juan Carlos Rey de España disfrazado. A lo sumo le echaríamos una moneda sin tan siquiera mirale la cara, ¿para qué?. Una pena.
    Abrazos

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  6. Jajaja, touché, María, me parece que el Stradivarius no me lo dejaban ni con ese sueldo... (al euríbor actual, pagando los 6000 euros íntegros, en cien añitos de nada, lo pagaba ;-)

    Aunque supongo que, precisamente por el efecto halo que comentas, la gente que le dio unas monedas ni siquiera reparó en que el concierto sonase excepcionalmente bien porque el músico tuviese un violín extraordinario, probablemente se las darían igual aunque llevase un violín marca Acme (posiblemente el amigo Joshua Bell sacase buenas notas aunque no tuviese el Stradivarius).

    Por cierto, a mí primero que se me ocurrió al ver el valor del violín es: mira que si al estar en el Metro, se lo roban... pero claro, los hipotéticos ladrones -cuestiones de halo- no se imaginarían ni por asomo que pudiera valer eso.

    Saludos
    Pablo

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  7. Efectivamente, Pablo... aquí se "demuestra" el efecto halo en sentido negativo. Cuando lo que aparentas, no es "brillante", ¿quién va a pensar que tienes un Stradivarius entre las manos? ¿O que eres una gran persona?
    Recuerdo una vez que de la empresa de limpiezas donde trabajaba mi madre, como empleada de mucha confianza que era, la llamaron para que les hiciera un favor. Me fui con ella porque me gustaba el tenderete, acompañarla y porque estaba de vacaciones. Yo era una cría, así que lo de la banca electrónica, na nai de la china, era ciencia ficción.
    El favor consistía en trasladar desde la oficina de la empresa la cantidad de 3 millones de pesetas hasta una sucursal bancaria un poco distante, 3 millones de los de 1982 o así, un montón de pasta. "Gloria, - le dijo la jefa- es día de cobro y necesito ingresar un dinero en la cuenta del banco "Tal" en la Avenida Anaga, yo no puedo ir, pero es muy urgente ¿podrías llevarlo tú?". Recuerdo la cara de mi madre, la pobre, tremendo compromiso...pero lo que más llamó mi atención fue que pidió que le dejaran dos o tres bolsas de la compra, de supermercados, para meter el dinero "Con mi pinta y estas bolsas "¿quién puede imaginarse que llevo tres millones en efectivo?". No me atreví ni a mirar en la bolsa, jamás había visto tanto dinero junto y al mismo tiempo. Caminamos durante un ratito y llegamos a la sucursal sin ningún contratiempo. Mi madre respiró aliviada cuando un empleado de la sucursal se acercó y le dijo "¿Doña Gloria? le estaba esperando" y le entregó las bolsas con los 3 millones de pesetas.
    En este caso, lo de "aparentar" en sentido negativo, no vino nada mal para pasar desapercibido, pero fíjate, con ese "halo", la empresa, sus jefes, sabían y reconocían la honradez y el valor de mi madre, independientemente de las galas que vistiese. Tal vez por éso trabajó con ellos desde los 37 años hasta la jubilación, ¿no?.
    Un saludito.

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  8. Qué bueno, como te decía ayer Germán, siempre encuentras un buen ejemplo para ilustrar el comentario. Interesante, cómo usar el "halo negativo" de manera positiva.

    Chaíto

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  9. Hola,
    dejadme antes que nada decir que me encanta que establezcáis comentarios cruzados (si alguien, además de Pablo y María -quienes han abierto el fuego- quiere sumarse en este u otros artículos, que no dude en hacerlo). Eso es algo que fomenta el debate entre todos y supone una forma de extraer nuevas ideas y conclusiones.

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  10. Hola, Gabi:
    lo que ocurre es que no sé si son las prisas de este mundo o nuestra percepción adormilada. Sin duda, también la incapacidad para observar tiene su grado de culpa.
    Un saludo y gracias por comentar, Gabi.

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  11. Hola, Pablo:
    pues mira, yo no había caído en ese detalle. ¡Una pasta, oye! Y efectivamente, en B. Como para pensárselo, ¿verdad? Sólo falta ser un virtuoso en algo, porque unas 5.500 "pelas"/hora en el metro es para quitarse el sombrero.
    Bueno, realmente las apariencias influyen (también me viene a la mente, además de tu artículo sobe el efecto halo, el de las máscaras de Josep) pero si no hacemos un esfuerzo por fijarnos no sabremos descubrir los valores que se esconden tras los numerosos velos que nosotros mismos nos ponemos delante.
    Un abrazo, Pablo. Gracias de nuevo.

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  12. Hola, Fernando:
    buena reflexión: buscar la seguridad de la aceptación y educados para percibir lo establecido. ¡Qué pena lo de esos prejuicios que solapan los talentos, ¿verdad?
    Gracias por tus comentarios y un abrazo, Fernando.

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  13. Hola, María:
    qué razón tienes en eso de que el hombre se deja deslumbrar por un trozo de papel de plata. Somos los campeones de sacar a la luz defectos por doquier y dejar de evaluar las virtudes, incluso minimizándolas si se salen de contexto.
    Gracias por tus dos comentarios, amiga. Del segundo me quedo con la confianza que tu madre ha transmitido siempre. (Y a ti, Pablo, te agradezco también los comentarios con María -muy bueno lo de la marca Acme, jaja- Ha sido un diálogo enriquecedor y ameno, de verdad).
    Un fuerte abrazo.

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  14. Hola, Katy:
    ¡que razón tienes! Yo-mi-me-conmigo. Lo bueno de sacar de nuevo determinados casos (la verdad es que no sabía lo de tu artículo, pero o buscaré) es que constituye un aliciente para renovadas reflexiones.
    Gracias por pasarte y comentar. Dentro de un rato buscaré en tu página.
    Un abrazo, Katy.

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  15. Hola Germán:
    La que le reconoció, funcionaria tenía que ser. Seguro que estaba en horario de trabajo y se había escapado a hacer la compra (ja, ja ja). Bromas aparte hay que decir que a este músico no el conocerán más que en círculos muy concretos ¿no? Lo cual no quiere decir que no vayamos a todas partes con orejeras. Pero es que nadie va pensando que aquí puede haber algo grande. Como mucho nos paramos unos segundos y seguimos. No pasaría lo mismo si la persona que está tocando es Alejandro Sanz o Camela, por decir dos ejemplos. Seguro que en cuestión de minutos habría una multitud escuchando y aplaudiendo.
    Sí. Creo que esto da para una buena charla.
    Un abrazo.

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  16. Hola, Javier:
    Bueno, en realidad yo no habría reconocido a un concertista de violín ni aunque llevara un cartel en la solapa. Pero la cuestión es el hecho de no apreciar el valor de lo que hacía ese hombre, fuera quien fuera. ¿Nos fijamos en la empresa en los valores de la persona que no sobresalen a todas luces? Seguramente menos de lo que se debiera, porque lo que tiene menos mérito es ensalzar lo que ya es evidente.
    Un abrazo y gracias por comentar, Javier.

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  17. Buenas amigo.

    Como decía mi padre, 'muchas veces el manjar no está hecho para la boca del asno'. Yo lo matizo más, muchas veces el talento no estamos preparados para verlo, y nos puede 'moreder el culo' y ni verlo.

    Es lo triste de las apreciaciones subjetivas, algo puede ser talentoso para alguien y para otro no.

    Este es un claro ejemplo.

    un saludo amigo

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  18. Hola, José Luís, bienvenido:
    a eso lo llamo yo concretar de forma acertada la idea de la que estábamos hablando en los últimos comentarios: valemos por nuestras apreciaciones subjetivas en la empresa y sacamos todo el partido de lo que subyace, porque la objetiva está más clara que el agua.
    Gracias por esa nueva forma de plasmarlo aquí, José Luís.
    Un abrazo.

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  19. Hola Germán,
    No conocía esta historia y me parece un experimento interesante desde el punto de vista sociológico. Es cierto que muchas veces vamos con una idea preconcebida, tanto sobre el talento como sobre el no-talento. El entorno juega también su parte. La subjetividad forma parte de la naturaleza humana y tampoco hay que rasgarse las vestiduras por ello. No sé si un caso tan extremo se podría dar en una organización empresarial; se supone que allí hay expertos para detectar las habilidades extraordinarias de cada uno... no? Pero estoy contigo que en una situación de talento, digamos más "asequible", éste puede pasar desapercibido.
    Un saludo!

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  20. Hola, Astrid, perdona por el retraso.
    No, si la subjetividad no es mala, efectivamente. Y como dices, ahondar en las profundidades tampoco puede ser el deporte en la empresa sino algo reservado a los que verdaderamente estén preparados para ello (yo, a esos niveles, no soy capaz). Pero creo que muchos directivos tienen olvidado incluso el nivel básico para detectar capacidades en su personal, que en algunos casos incluso rayan lo objetivo. Vamos, que si es un toro...
    Muchas gracias por dejarnos aquí tu comentario, Astrid.
    Un saludo y hsata la próxima.

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  21. Hola Germán:
    Ya conocía la historia e incluso creo que vi el video que se hizo y la verdad es que me dió que pensar en la enorme importancia que tiene el contexto para poder interpretar, valorar o consumir las cosas.
    Por ello no culpo especialmente a todas esas personas que pasaron y no pararon, porque su contexto era otro. Ya dicen que cada cosa tiene su momento y seguramente muchas de esas mismas personas se extasiarían al ver al artista tocar en el escenario. Somos así, qué le vamos a hacer.
    Un abrazo.

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  22. Hola, Josep:
    como ya he comentado, yo no lo habría reconocido en absoluto. Es posible que quizá no conociera las obras que estaba tocando, e incluso puede que hubiera puesto en duda el nivel del violinista. Por eso estoy totalmente de acuerdo con la influencia del contexto. Lo que creo es que si yo entendiese de música y hubiera pasado por ahí, creo que sí me hubiera parado (desde luego, con toda seguridad en caso de saber de quién se trataba -fíjate en el ejemplo de Javier, cuando habla del caso en que fuese Alejandro Sanz-). Aunque en el fondo, vale la disculpa a la gente. Pero ¿qué ocurre en el caso de las empresas? ¿Qué, cuando sólo tenemos que observar casi a ras de superficie sin necesidad de ahondar tanto?
    Gracias una vez más por tus comentarios, Josep.
    Un abrazo.

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