"No emplees tu tiempo sólo en trabajar. Úsalo también para convencer... y generar así los acuerdos"

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gidval@gmail.com - (Valencia, España)

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sábado, 27 de febrero de 2010

Humor en tiempos revueltos

Me acabo de hacer incondicional seguidor de Enrique Hormigós. No sólo porque pertenezco a su ámbito familiar (¿y no será que él pertenece al mío?) sino porque está más calvo que yo. No, hablando en serio -¿hablar de Enrique en serio?- alguien podría pensar que Enrique simplemente expone viñetas graciosas pero nada más lejos de la realidad. Su trabajo es una denuncia, por medio del humor, de las situaciones cotidianas y no cotidianas de nuestra realidad social. Y en estos momentos hace falta adoptar esos tintes cachondos que de vez en cuando vienen muy bien.
Les invito a que disfruten del trabajo de Enrique. No tiene desperdicio:








Y esto es sólo un pequeño ejemplo. Aquí no se ven muy bien los dibujos y diálogos pero si se dan una vuelta por su blog, seguro que pasarán un rato más que entretenido (allí sí que se amplían las fotografías pinchando en ellas; no sé por qué aquí no sale, pero ya estoy acostumbrado a mi precaria condición tecnológica).
Por cierto: si cree que el humor gráfico es aplicable -por distensión- en una presentación o cualquier otro soporte, no tiene más que avisarme y le pongo en contacto personal con Enrique en menos de lo que se dice "esternocleidomastoideo".

jueves, 25 de febrero de 2010

El consultor, candidato a santo Job

La persona impaciente no puede renunciar a sus expectativas de inmediatez, condición que lo llena de ansiedad y le obliga a realizar el movimiento que cree necesario para terminar cuanto antes el proceso. Queda constantemente asociada a emociones negativas, interpretando en los demás una errónea apatía, inmovilismo, falta de sinergia o una ausencia de empatía que, en realidad, sólo es suya. Los planetas se desalinean y el mundo se vuelve en su contra, porque hasta el orden natural de las cosas parece conformarse para esquivar y evitar el suceso o hecho esperado. En fin, otro de los estados que reflejan carencia de autocontrol.

Dicen que la paciencia es un don. Yo no sé si calificarla de esta manera, pero dado que la paciencia significa trascender a un nivel más alto de evaluación en cada situación, yo no dudaría en asociarla directamente a la inteligencia. Toda estrategia requiere de altas dosis de paciencia (por ahí tengo yo al amigo Sun-Tzu quien ya manifestaba hace unos cuantos añitos algo sobre esto) y por eso la paciencia es también una actitud que se debe aprender, un modo de ver las cosas como son pero también como –o creemos así- van a ser pero, lo que es más importante, cuándo –en su punto más cercano a la objetiva realidad- van a ser.

Leo por ahí que “la paciencia es una virtud valiosa que sólo tienen los sabios, porque son los que saben sufrir y tolerar las adversidades con fortaleza y sin lamentarse. La persona paciente es capaz de esperar pacíficamente y con serenidad cualquier cosa o situación, aún aquella que desea con más fervor”. En estos tiempos de crisis la necesidad apremia y me temo (he decidido dejar ya los buenismos aparte) que esto va a ir in crescendo.

Entonces, y sin ánimo de trivializar situaciones graves en muchas empresas –y por ende en muchas familias- imagino a nuestros amigos consultores intentando proveer a sus clientes de ciertas derramas de tan valiosa virtud… al tiempo que –seguramente en muchas ocasiones- deben procurarse para ellos mismos un gran acopio para la autodosis, como ese botoncito que activa el mecanismo que suministra morfina y que por desgracia he conocido bien.

Lo que por otro lado ocurre es que hay pacientes activos y pacientes pasivos. A más de uno, con esta reflexión, puede ocurrírsele un cierto paralelismo con la situación política actual: “siéntate a la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu vecino” o algo parecido. Al fin y al cabo, no deja de ser una estrategia, ¿verdad? Yo, sin ánimo de promover correspondencias semánticas, prefiero enfocarlo al ámbito del trabajo. Un agricultor sabe que hay un momento para la siembra y otro para la cosecha. Pero previamente al proceso de la cosecha están los procesos del cuidado, protección, riego y vigilancia para que el resultado sea excepcional y por ello, sabiendo que todo tiene un proceso, no hay que desesperarse: los resultados llegarán por medio del esfuerzo y la constancia (paciencia activa). Y de eso hay que convencer a más de un empresario o directivo.

De modo que, volviendo a nuestros amigos consultores, seguro que se han encontrado en muchas ocasiones con ese empresario autocrático que tiene cierta dificultad para gestionar bien el trato y la comunicación con sus subordinados porque, por lo general, es un tío enfático e impulsivo con “cierta dificultad” para escuchar, impaciente con las personas que no caminan a su propio ritmo (o no funcionan por su particular senda) y casi siempre devorador de plazos. De esos a los que cuando se le pregunta si es capaz de correr ese fin de semana una maratón responderían que sí, pero únicamente podrían comprobar –si realmente se ponen las zapatillas de deporte, que eso es otro cantar- que apenas sean capaces de correr 5 o 6 kilómetros antes de acabar fundidos con la lengua fuera. Y es que llegar a correr los 42’5 comienza con cubrir 1, luego 2, 4… etc., llegando a superar la cuarentena en el tiempo que sea necesario (dependiendo, eso sí, de su funcionamiento cardiaco).

Por eso nuestros amigos consultores son a veces candidatos a emular la figura del santo Job. Las desgracias de sus clientes se les acumulan y las premuras y urgencias saltan a escena. Y ahí, tercos y firmes, permanecen aquellos casi siempre inalterables. Digo “casi siempre” porque, al igual que Job tuvo un arrebato de reproche a Dios, más de una sutil –y no tan sutil- colleja habrán tenido que dar a más de un cliente.
Y esto me lo ha confirmado uno de nuestros amigos consultores.

lunes, 22 de febrero de 2010

Pero... ¡qué poca cosa somos!

No voy a considerar este como un artículo o post al uso. De hecho, no es mi intención escribir gran cosa porque lo que aquí se muestra solo me da, de momento, para el título del post. Posiblemente muchos de ustedes hayan recibido este vídeo por correo, pero no he podido evitar publicarlo aquí. De modo que aquellos que no lo hayan visto, disfrútenlo porque realmente es para ello. Seleccionen la alta definición del vídeo y pónganlo en pantalla completa:


Hace apenas unas semanas, el Museo Americano de Historia Natural colgó en la red este espectacular vídeo, una reconstrucción informática que muestra un "viaje" desde la superficie de la Tierra hasta los límites del universo conocido.
 Desde su publicación, casi dos millones de personas lo han visto ya en la web del museo, pero en España este excepcional trabajo sigue siendo prácticamente desconocido..
Lo que hace que este vídeo sea único y diferente a la mayoría de los que se han hecho hasta ahora es que todo lo que en él aparece está basado en datos reales. Es decir, que no se trata de un vídeo "artístico" realizado según simples criterios estéticos, sino de una auténtica reconstrucción, pieza a pieza, de todo lo que sabemos sobre el universo en que vivimos.
Todo, desde las trayectorias de los satélites que orbitan la Tierra, hasta la posición de todas las estrellas, galaxias o lejanísimos quasares, está basado exactamente en los datos que tenemos sobre cada uno de esos objetos. O para ser más precisos, en los datos del Sloan Digital Sky Survey, que componen la que quizá sea la visión más completa del universo de que disponemos hasta el momento.
A pesar de todo, y debido a la posición geográfica en la que se encuentra el telescopio de dos metros y medio del Apache Point Observatory, en Nuevo México, que es el que utiliza el Sloan Digital Sky Survey, existen zonas "oscuras", es decir, áreas del universo que el telescopio, físicamente, no puede observar. Por eso, en el vídeo, la distribución de las galaxias observadas tiene la forma de dos conos unidos por la punta (el punto de unión es la Tierra), y el resto aparece en negro.
En total, el trabajo comprende casi un millón de galaxias y más de 120.000 quasares. El viaje, que comienza en el Himalaya, termina en el límite mismo de lo que podemos observar con los instrumentos más potentes de ue disponemos, los ecos del Big Bang, a 13.700 millones de años luz de distancia, y sirve para que todos nos demos cuenta, de una forma directa y visual, de lo insignificantemente pequeño que es nuestro mundo, incluso nuestra galaxia, si se compara con todo lo que hay "ahí fuera"...


sábado, 20 de febrero de 2010

¿Por qué esperar tanto?

Se ha dicho muchas veces que al individuo se le prepara para el triunfo, pero no para el fracaso. En efecto, abundan más los fracasos que los éxitos en toda sociedad y es fácil dejarse superar por una sensación de derrota antes que plantearnos la posibilidad de extraer conclusiones positivas de un tropiezo. ¡Y miren que tropezamos veces! 
Sí, es cierto que “aprender de nuestros errores” es una especie de dogma que precursamos en todas las vertientes… pero no siempre de forma inmediata, a renglón seguido de nuestra equivocación. Puede que surja la culpa, la vergüenza, la justificación (auto)… Dicen, incluso, que empleamos el aprendizaje interferente para sepultar en el inconsciente aquello que no queremos mantener en la conciencia, pero este tampoco es un recurso inminente. De modo que, ¿cuáles podían ser esos recursos inmediatos?

Yo esperaba de mi última clase de doblaje que fuese, si no un éxito rotundo –de esos en los que el personal se tira quince minutos aplaudiéndote mientras finges primero con cara de circunstancia para pasar posteriormente al careto cómplice- sí, al menos,  satisfactoria hasta un grado... digamos... considerable. Pero hete aquí que volví a tener como profesor al mismo profesional exigente con el que hice las cuñas publicitarias: Rafa. Esta vez iba yo presuntamente prevenido porque presuntamente iba yo a “dominar” la emoción de la escena y plasmar allí la interpretación como es debido.

¡Que si quieres arroz, Catalina! De nuevo la sensación de cuasi-nulidad cuando, en un 90% de las actuaciones en las que me tocaba prestar mi voz al actor original, el resultado no quedaba convincente. Atesoré cierta satisfacción por el exiguo margen restante del 10%, pero eso no era suficiente. Terminó la clase y me fui con cierta sensación de frustración, porque la verdad es que yo esperaba más de mí mismo. Pero lo peor de todo es que tardé en reaccionar como es debido.

Yo debería haber cambiado de actitud en lo que respecta a mi reacción interna. Debería haber observado a las otras personas que mostraban mis mismas carencias, y no por aquello de “mal de muchos consuelo de tontos” sino porque al principio de la formación estas cosas hay que tomárselas con más ligereza. Por eso vale la pena observar a quienes se toman las cosas de manera distinta para intentar adquirir una nueva visión de las cosas. Si no hubiera sido suficiente la observación, yo debería hablar con algún otro compañero con el que cambiar impresiones y extraer conclusiones que seguramente terminarían en el razonamiento anterior.

Yo debería pensar que estas cosas se solucionan con esa fórmula internacional que es la práctica. Pero no la práctica del doblaje, no. La práctica adquirida al equivocarse una y otra vez para concluir que casi todo aquello en lo que nos equivocamos tiene solución.

Yo debería pensar que debo adquirir un modelo previo para hacer las cosas sobre las que no poseo amplio dominio: quizá mi estrategia inicial deba ser una especie de “benchmarking” (¿cómo lo hace aquél actor de doblaje de reconocidísima experiencia y excelentes resultados?). Porque a lo mejor no siempre es bueno implantar nuestra propia personalidad cuando empezamos, siendo conveniente sujetarnos a modelos.

Sin duda, yo debería reírme de mí mismo. Esta idea ya venía recogida en otro post anterior, ¿verdad? Y es que es necesario olvidarse del ego y reírse de la torpeza. Necesario y sano.

Pero inmediatamente, sin dejar pasar un segundo y a pesar de cambiar esa actitud observando a otras personas, de cruzar impresiones, de adquirir práctica con la estrategia de los contra-batacazos, de buscar modelos algo más confirmados hasta implantar el estilo propio y de reírme de mí mismo, yo debo asumir mi parte de responsabilidad en el error. Proponerme tomar determinaciones -si procede- y pasar a otra vieja fórmula: la del borrón y cuenta nueva.

A veces parece que tenemos una gran capacidad para variar el rumbo en busca de alternativas y posponemos la reflexión sobre el error por unas horas, días, meses o incluso años después. ¿Por qué no en el mismo momento, el inmediato?
Aunque me he referido aquí a mis errores en clase, creo que esta reflexión es aplicable no sólo a operaciones comerciales sino a cualquier ámbito de la vida. Porque algunas cosas que no precisan de un análisis meditado “en frío” y no requieren de una inmediata reacción bien pueden cogerse “en caliente”, especialmente si se trata de extraer conclusiones positivas al momento. Pero hace falta esforzarse para ello.
Yo les confieso, sin embargo, que por mucho que yo escriba sobre esto, a mí me cuesta bastante (como a todo hijo de vecino). Bueno, en eso de reírnos en clase la verdad es que no: menudo cachondeo nos llevamos. En algunas de ellas parece que eso no es serio, nada serio...

jueves, 18 de febrero de 2010

Cómo pasa el tiempo, ¿verdad?

He retomado contacto con viejos compañeros de colegio y gracias a eso he recuperado fotografías que no recordaba que existían. En otro post anterior pudo entenderse que yo soy de esos de los que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero no es así. Lo que pienso es que algunos tiempos pasados fueron mejores. ¿Que cada tiempo tiene lo suyo? ¡Desde luego! Pero eso no exime de valoración a los periodos por los que transcurrimos.
Hoy en día avanzamos a la carrera. Ni yo mismo puedo desarrollar determinadas competencias por no estar a la altura de determinados avances tecnológicos, pero tampoco es que me preocupe demasiado: tengo otras áreas en las que aprender y matizar. Y mientras tanto, me gusta echar atrás la mirada de vez en cuando porque agradezco tener buenos recuerdos, porque somos lo que somos en función de lo que hemos sido.
Le he tomado prestado un artículo de una de mis ex compañeras de colegio. Quizá algunos lo hayan recibido por mail (Sara me cuenta que se desconoce el autor y ella lo recibió por esa vía) pero es un ingenioso texto que describe con simpatía esta evolución en la que estamos inmersos. Y la fotografía, cortesía de Carlos -un médico de guasa inteligente- atestigua también el paso de nuestro tiempo. Un servidor es el señorito de la segunda fila en la parte izquierda de la foto -según la vemos de frente- con necesidad obvia de un corte de pelo.


LA VIDA ANTES ... 
Porque en este país hay una generación de chicos y chicas que crecimos con la EGB.
 
- Nuestras madres quitaban el polvo con Centella', lavaban la vajilla con un bote blanco con el tapón naranja de 'Mistol',y al Jabón de 'Marsella' le llamaban 'Lagarto'. 
- Nuestros padres conducían un Seat 131 Supermirafiori. 
- Nuestras bicis eran 'BH' y nuestras primeras zapatillas de deporte fueron unas 'Paredes', aunque a nuestras madres les gustaran más los 'Kickers'. 
- Nos cortaban el pelo 'a navaja'. 
- Todos veíamos TVE: TVE1 yTVE2...pero eso sí, podíamos elegir entre el UHF y el VHF. 
- Todos bebíamos gaseosa 'La Casera' o 'La Pitusa'. 
- Los hombres fumaban 'Ducados'. 
- Los chicles eran 'Cheiw' y los caramelos 'PEZ'.
- La gente dormía de miedo en colchones 'Pikolín'.
- El Athletic de Bilbao y la Real ganaban las Ligas por pares, hasta que a Butragueño le dio por enseñar los huevos. 
- A Sabrina se le escapó una teta en la Gala de Nochevieja y en todo el país no se habló de otra cosa hasta el mes de marzo. 
- Una Señora le contaba a 'Encarna de Noche' que se le quemaba el hijo en Móstoles porque tenía las empanadillas haciendo la mili. 
- Una caja de 12 'Plastidecores' era un buen regalo de cumpleaños y por uno 'color carne' eras capaz de matar, las cajas de 24 eran como Bin Laden, existían, pero nadie las había visto. 
- Una bolsa de pipas 'Facundo' de 15 pelas era enorme y por una peseta te daban dos 'Sugus'.
- Repartían Albumes de coleccionables a las salidas de los colegios para engancharte, y aunque los sobres de cromos costaban 5 pelas, también te los daban con las tapas de los Yogures 'Yoplait'. Lo mejor!!!, buscar aquel cromo que te faltaba....e intercambiarlos.
- A algunos nos daban dos 'Petisuis', pero es que los de antes eran de la mitad de tamaño que los de hoy. 
- Las 'María' eran 'Fontaneda', los camiones 'Ebro' y los monovolúmenes ovnis, por lo menos!!!...
- El camión del butano tocaba la bocina o el butanero golpeaba las botellas vacias contra las barras del camión cuando llegaba al barrio y el afilador nos amenizaba con su armónica...
- Los críos nos hacíamos brechas con los hierros oxidados de los columpios y, en alguno de los casos, nuestras madres, además, nos daban algún que otro cachete por romper los pantalones. 
- En vez de un Magnum Almendrado, pedías un 'polo de limón' y a veces, el chocolate era 'La Campana de Elgorriaga' (Malo, malo, malo).
- No teníamos cuentos electrónicos sino tebeos del Capitán trueno, de Zipi y Zape, de Mortadelo y Filemón y nunca eran nuevos, pasaban de mano en mano. 
- Y la leche no venia empaquetada en tetra-brik, sino en un sistema más sofisticado: bolsas de plástico... por lo que luego se necesitaba un recipiente para poder meter la leche en la nevera.
- En lugar de grabar la música en CD, se hacía en un cinta de cassette TDK y la llenabas con 90 minutos de la mejor música....eso sí, si alguno de tus colegas tenía un radiocasette de doble pletina.
- Aquella generación coleccionábamos cochecitos 'Güisbal', teníamos Scalectrix, o un tren eléctrico, construíamos nuestros castillos con el "Tente" o el "Exin castillos" o jugábamos con el "fuerte" de Comansi o de los clics de Famobil... 
- Aparecían los primeros anuncios sofisticados, donde el helicóptero de 'Tulipán' aterrizaba en las piscinas para regalar bocadillos a los niños que allí estaban. 
- Aquella generación empleábamos el vaso de 'Nocilla' para dibujar a Naranjito. Y era la merienda preferida porque es 'leche, cacao, avellanas y azúcar'. A saber que le echarán a la Nutella esa. 
- Y donde este un buen 'foagras' que se quite el 'pate'

VIVIR EN EL 2010 IMPLICA QUE... 

1. Accidentalmente tecleas tu password en el microondas. 
2. No has jugado solitarios con cartas verdaderas en años. 
3. Tienes una lista de 15 números telefónicos para ubicar a tu familia de sólo tres miembros. 
4. Le envías un e-mail a la persona que se sienta junto a ti.. 
5 La razón que tienes para no estar en contacto con tu familia es porque no tienen correo electrónico. 
6. Te vas a casa después de un largo día de trabajo y cuando suena el timbre de tu teléfono fijo, te preguntas que te querrán vender, porque ninguno de tus amigos lo usa ya (eso si es que tienes teléfono fijo). 
7. Cuando haces llamadas telefónicas desde tu casa, marcas el '0' para que te dé línea.
8. Has estado sentado en el mismo escritorio cuatro años y has trabajado para 3 empresas distintas. O bien has estado en edificios de 4 compañías diferentes y tú siempre trabajabas para la misma. 
10. Tu jefe no tiene la habilidad para hacer tu trabajo. 
11. Cuando llegas a casa de alguien no le llamas al telefonillo, si no que le haces una llamada perdida para que baje. 
12. No tienes suficientes enchufes en casa para todos tus aparatos electrónicos. Si pones a cargar el móvil tienes que quitar el cargador de pilas, el MP3 o la Palm.
13. Salir de tu casa sin móvil, el cual no has tenido los primeros 20, 30 o hasta 50 años de tu vida, te hace entrar en pánico y regresas a por él. 
14. Te levantas por la mañana y te conectas a internet a leer el periódico, eso antes de tomar tu café. 
15. Ntnds msjs cm st. 
16. Estás mirando alrededor para asegurarte de que nadie ve que estás sonriendo enfrente de tu PC. 
17. Estás leyendo esto y te estás riendo. 
18. Peor que eso, ya sabes perfectamente a quien le vas a reenviar este correo.
19. Estás tan distraído leyendo que no te fijaste que faltó el número 9 en esta lista. 
20. Y ahora acabas de comprobar que efectivamente no está el número 9. 
21. Y claro: ahora te estás riendo de ti mismo, de tu propia caricatura. 
22. E inmediatamente te pones a enviar este e-mail... ¡aunque sea al de al lado! 
ASÍ ES LA VIDA... ....... y no digas que no!!!

martes, 16 de febrero de 2010

Compradores listos, compradores tontos

“Barry Hersker y Thomas Stroh clasificaron en 1975 a los compradores industriales en dos categorías: compradores metódicos y compradores creativos. Los metódicos cumplen simplemente las exigencias de los directivos de nivel intermedio y de otros similares. Buscan fuentes de suministro alternativas, redactan especificaciones detalladas y consiguen ofertas competitivas…
Los compradores creativos no se conforman con cumplir las exigencias. Hacen muchas preguntas a fin de determinar por qué un directivo quiere adquirir cierto producto o servicio y se valen a menudo de un análisis de valor para descubrir dónde es factible ahorrar. Quieren ideas, sugerencias y soluciones para los problemas y están dispuestos a pagarlas con pedidos. No consiguen siempre ofertas competitivas pero, con frecuencia, recompensan al representante de ventas que les proporciona ideas acerca del ahorro de costes y otros servicios”.

Este párrafo que extraigo de mis apuntes y libros de los años 80 no reviste excesiva complicación en su entendimiento inicial. Más adelante venía toda una parafernalia orientativa a la actitud previa a la hora de afrontar la visita comercial ante un comprador. El objetivo era establecer la diferencia entre dos figuras en una transacción, y entre uno y otro existe un abismo que podríamos definir como intencionalidad.

John Searle define la intencionalidad como “aquella característica de ciertos estados mentales y eventos que consiste en estar dirigidos hacia, referirse a, ser acerca de, o representar otras entidades o estados de cosas”. Pero no me voy a extender más en la rama filosófica porque no es ese mi campo (que otros se ocupen de Brentano, la doble vertiente dinámico-moral y gnoseológica de Santo Tomás y la fenomenología de Husserl). Yo me voy a permitir la simplificación y simpleza de decir que la diferencia entre un profesional y otro es la manera en cómo “vive” su trabajo.

En mi vida me he encontrado muchos responsables de compras cuya única preocupación era obtener el precio más bajo. Así, por las buenas. He hecho muchas presentaciones de ventas ante uno o más (hasta un número de quince) compradores y llegué durante una época a clasificarlos –también yo- en función de determinadas características: evitadores, complacientes, autoritarios, artífices o estrategas… Historias de pretendida formación teórica, pues al final lo que impera es el sentido común.

Pero volviendo a mis amigos buscaprecios, he podido comprobar cómo muchos de ellos, presuntamente profesionales, eran incapaces de evaluar el beneficio del producto en comparación con sus adquisiciones habituales (y doy fe que sabía a ciencia cierta el precio y prestaciones de los artículos de la competencia, así como de sus promociones y rappeles por compra en aquella época).

Entiendo que un responsable de compras pueda no tener la misma motivación que uno de ventas (objetivos y variable tienen gran culpa de ello) pero sobre distintos compradores en similares empresas sí he podido percibir la gran diferencia que subyace en la franja que distingue el interés del camino trillado. No he propuesto “la sorprendente y gran aventura del cambio” sino aquella línea de producto enmarcable perfectamente en los cánones de consumo del cliente potencial. Pero ni beneficio evidente, ni valor añadido ni puñetas. Nada. Si el precio no era más barato, no existían argumentos –ni por activa ni por pasiva- que aclarase algo la perspectiva de un comprador.

Fui vendedor de los que llaman “de presión” al inicio de mi vida profesional. Pronto dejé ese “estilo” de venta porque aunque mi obligación era alcanzar una cifra, lejos quedaba esa orientación de mi objetivo de procurar la satisfacción del cliente además de mi propio beneficio y el de mi empresa o la que representara como agente externo. Por eso he perdido muchas ventas en mi vida: he encontrado bastantes compradores poco inteligentes que no hubieran sido capaces de explicar ante un superior por qué adquirían aquel producto de precio sensiblemente más alto (Incluso igual). Y si hablo de hace ya algunos años, imaginen el percal de hoy en día. 
Aún así les aseguro que ni me he arrepentido, ni me arrepiento ni me arrepentiré.

viernes, 12 de febrero de 2010

Ser natural es la más difícil de las poses

Ser natural es la más difícil de las poses”. Esta parece una afirmación melodiosa, un tanto armónica y de reivindicativa reflexión por su casi rebuscada evidencia. Pero resulta que cuando nos topamos con esa tan sencilla palabra de complicada descripción, la cosa ya se tuerce: rol.
Que nuestro comportamiento varía en función del contexto es un hecho más que contrastado. Y aunque en ocasiones se permita licencia, casi nadie se la toma (“Tú tranquilo, como en tu casa” –y no, no señor: como te tomes al pie de la letra la sugerencia, la mujer de tu anfitrión puede sacarte de SU casa a gorrazos).
La naturalidad es un arte porque hay que conjugar el contexto con nuestra propia verdad. Parece sencillo, pero en muchas ocasiones no tiene nada de fácil. Implantamos nuestra propia película y tomamos la identidad del actor en el que decidimos convertirnos. ¿Nadie lo ha hecho nunca? ¿Nunca?

Hace dos días hice una prueba para una locución publicitaria que debo enviar a una agencia de Madrid. Rafa –mi director- es un tío tan sensacional como exigente y tiene claro que en su trabajo las poses están para los personajes. “La publicidad –dijo al principio del curso- es lo más difícil de esta profesión porque ahí el micro no te admite actuaciones. Si en un doblaje debes transmitir, la publicidad has de vivirla”. Por supuesto, locutores publicitarios hay muchos pero en ese amplio espectro se encuentran los rangos “penoso, muy malo, malo, regular, bueno, muy bueno y excelente”. Un tío con veintitantos años de experiencia trabajando en decenas de estudios de sonido y bregando con agencias y sus correspondientes creativos sabe bien de lo que habla porque también tiene muy clara una cosa: la locución en la publicidad es uno de los soportes fundamentales para vender.

Pues allá que voy yo: entro en la pecera, cierro la doble puerta, me encasqueto los cascos y me planto delante del micro (parece mentira que una cosa tan pequeña sujeta a un palo ante tus narices infunda tanto respeto). Y ahí suelto yo con convicción mi texto redactado -¡sólo cinco frases!- modulando como Dios me dio a entender. Termino y yo solito me quedo más ancho que largo…
Un desastre. “No me has dicho nada, es artificial y ni tú mismo te crees lo que estás diciendo”, me dijo Rafa. De momento, un pequeño sopapo al amor propio. Pero me pasa el audio para que me escuche y yo mismo me evalúe, y entiendo entonces cómo soy misteriosamente capaz de convertir un mensaje contra la violencia de género en una estrofa de cualquier canción de José Luís Perales. Al final, cuarenta minutos para cinco frases (¿les he dicho también que el director es paciente por naturaleza?). Con el segundo anuncio –que quedó anulado- convertí la 33ª edición de la America’s Cup en una oferta de Merkamueble.

Y todo por la falta de naturalidad. Tan sencillo de comprender como complicado de hacer. Peter Drucker dijo que el rango no otorga privilegio o poder, sino que te impone responsabilidad. Por eso la naturalidad es relegada al confundir persona con personal. Las barreras de la comunicación se dan frecuentemente por esa vía en lugar de reivindicar la sencillez en las relaciones e interacciones con los distintos entornos.
Por algo dicen que una palabra dicha con sencillez y humildad tiene el significado de mil palabras agradables, como también dicen que la naturalidad es el talón de Aquiles de la comunicación. Y no me estoy refiriendo a reducción o simplificación sino a la exención del disfraz de perlas con el que algunos -¿quizá muchos?- nos vestimos cuando “nos ponemos en materia”. Sin ir más lejos, despertamos mayores emociones por medio de la naturalidad y la sencillez porque las poses rebuscadas se ven venir. 
Por eso ser natural es la más difícil de las poses. Sobretodo delante de un micrófono, se lo digo yo...

lunes, 8 de febrero de 2010

De Range Rovers y camellos

Estoy convencido de que las cosas me salen mejor cuando las preparo sobre el papel. Yo soy algo nostálgico y por eso funciono todavía con una de esas agendas de anillas. De verdad, es cierto. Ya saben muchos de ustedes, por los comentarios reflejados en este y en otros blogs, que mi nivel en tecnología no es precisamente un modelo de IT, pero no es ese el motivo completo que me lleva a hacer algunas cosas “como antes”.

La llamada antigua usanza tiene una parte de tradición y seguridad, pero también de nostalgia. El puchero de siempre, escribir con pluma, los juegos de mesa, las películas clásicas… todo tiene su componente de rememoración pero también de valor, quizá porque proviene de un concepto más mecánico y artístico, porque todavía percibimos en ellos el principal aporte humano. ¿No parecen más limpias y más frescas las sábanas de la abuela del pueblo que las que una lavadora en un séptimo piso centrifuga a velocidades de vértigo? ¿Y qué me dicen de ese cocido que se ha tirado dos horas en el lento fuego? Al final -como en esas sólidas sillas de madera- vemos el trabajo de unas manos que pacientemente han estado procesando los artículos para obtener el resultado deseado.

Puede que lo que intuyamos sea que las sillas provienen en realidad de una fábrica de Benetúser, el puchero de fabada es un extracto de ciertos botes que llevan la marca “Litoral” y que en el sótano de la casa rústica hay una lavadora Zanussi de última tecnología. Pero vemos el pueblo (con ADSL de banda ancha), las vacas (si uno abre cualquier nevera en ese pueblo verá un tetra-brik de Leche Pascual aunque aun así le parece que la leche sabe mejor), los bosques (nadie es capaz de pensar que un leñador se habrá puesto a talar un par de árboles para que un anciano carpintero extraiga de los troncos esas sillas), la chimenea (la casa tiene un potente Saunier-Duval) y algún perro dócil, como los dóciles perros de los pueblos (y como te acerques al bicho sin conocerlo te arrea un bocao en la pantorrilla o allá en partes a las que el animalito alcance a enganchar, porque al fin y al cabo es un perro como todos los perros) y con todo ese entorno pensamos que la calidad está presente. La calidad de siempre, la tradicional.

¿Por qué no somos capaces de aplicar esa percepción a los productos que trabajamos? Y no me refiero a que debamos orientar la idea del público al “hecho a mano con el método tradicional” (a ver quién se cree esto con una HP2480 con escáner y fax) sino que la calidad de lo que vendemos es a prueba de compradores exigentes y tozudos. Tanta productividad, cadenas, flujos, made in China, altas de contratos de servicios secuestrados, taxis negros y amarillos o blancos con raya roja y chufas on-line varias nos han inclinado un pelín a la desconfianza. Concedemos que el mundo debe seguir un criterio de adquisición-proceso-precio-marca-consumo, que tiene que agilizar en unos casos y abreviar en otros, porque la pasta es la pasta. Y sin embargo, el parné también lo es en los pueblos pero parece que allí carezca un poco más de valor.

Yo no he estado nunca, pero he visto los reportajes en los que la gente se sube a lomos de un camello a bailar sobre su joroba para recorrer unos cuantos kilómetros de desierto. Ahí arriba se balancea doña Fulana contemplando el árido paisaje. Acabará seguramente con un dolor de caderas de tanto vaivén, pero ha disfrutado de su viaje. Ella no guiaba al camello y simplemente estaba subida sobre el ungulado animal, siguiendo una ruta aprehendida ya en la memoria de ese y del resto de los animales de la expedición. ¿Cruzar el desierto en un Range Rover con asientos de cuero y aire acondicionado? ¡Bobadas! En el desierto al estilo tribu, faltaba más (pero señora: las tribus de hoy ya disponen de Range Rover con asientos de cuero y aire acondicionado y los camellos los dejan para que usted pague una pasta por subirse).

Sí, lo tradicional sigue vendiendo aunque ya no tenga tanto de tradicional. Pero asociamos la idea de tradicional a lo bien hecho porque hemos adquirido el prejuicio de las carencias, los errores y los “donde dije digo, digo Diego” en el mundo de los avances tecnológicos (y lo que te rondaré, morena). Prestamos nuestra confianza casi incondicional a aquello cuya proveniencia se asocia a sistemas pretéritos, mecánicos o manuales, sin prevenir en muchos casos que los avances se dan ya en casi todas las áreas. ¿Por qué no sabemos impregnar esa misma idea en nuestro producto del presente? ¿No será que en realidad no queremos avanzar tan deprisa como lo estamos haciendo? ¿Quizá nos cuesta mantenernos en la misma línea de crecimiento? ¿O será por esto último por lo que nos encontramos más descubiertos y pueden así darnos hasta en el carnet de identidad?

Seré bobo, pero echo de menos la Vespa y el 1430. Quizá en parte es por eso por lo que funciono con mi agenda de anillas. Eso sí: lo que ya será más difícil es que me vean a lomos de un camello emulando a Lawrence de Arabia. La verdad, prefiero el Range Rover.

(P.D.: ¿les gusta la foto de mi amigo Segismundo? Bueno, yo lo llamo "Segis" -la confianza de muchos años, ya saben-. Viéndolo así, hasta puede percibirse su halitosis... pero en el fondo es un camello muy majo).

viernes, 5 de febrero de 2010

Caravaca 2010

Si tuviera que seguir la misma línea de los pergaminos en “El vendedor más grande del mundo”, esta vez tendría que hacer apostolado. Ya he comentado en alguna ocasión que soy católico, pero ni creo que este de las ventas sea el marco adecuado para ello ni tengo la suficiente formación para entrar en debate. Además, las creencias son tan personales como respetables: me parece muy bien que las personas traten de inculcar valores a través de la red, porque seguro que creen que son aquellos que les representan, aquellos con los que se identifican y aquellos que piensan que pueden aportar beneficio a los demás, pero cada uno tiene la libertad de seguir en conciencia determinadas convicciones o no seguir ninguna.

Tengo amigos sacerdotes y amigos ateos. Tengo amigos musulmanes, uno judío y otro budista (chino, desde luego).Y resulta que existe una característica común en todos mis amigos, creyentes o no creyentes: saben que si algo nos humaniza en nuestra vida cotidiana es el amor. El ser humano ha construido, construye y construirá grandes cosas. A lo largo de muchísimos años ha empleado letra y ciencia para evolucionar. Ha profundizado en el pensamiento para crecer interiormente y distinguirse del animal primitivo. Pero toda persona está en el mundo principalmente para amar. ¿Para qué narices, si no?

Tengo también un amigo que más que biólogo es un pensador. Y me mandó hace unos días un artículo que publicó en prensa y que precisamente viene al pelo con la orientación que he escogido en este artículo:

EL HOMBRE AFLIGIDO

Mucha tinta llevamos derramada desde antiguo, desde los griegos, acerca de la vida humana lograda, la eudaimonía, la felicidad. En la modernidad, han surgido dos grandes figuras. Por una parte Kant y el racionalismo, con una fractura radical entre conocimiento científico, que es lo racional; y lo demás, que sería irracional, y por tanto, subjetivo, fideísta. Es imposible el conocimiento racional del sentido y la moral. La razón debe cesar su búsqueda de lo trascendente, porque es inasible. No hay posibilidad de acceso a Dios, y sin Dios a lo más humano. Sólo queda el deber por el deber. Únicamente una razón práctica admite la necesidad de la fe: como si el hombre tuviera un gen religioso para poder funcionar en comunidad y no desmadrarse y extinguirse en luchas intestinas. Hegel lo maximizó: sólo lo racional es real. Sólo lo que comprendo es cierto; lo demás, no existe. No hay ya asombro, admiración, misterio. Sugerentemente científico.

Frente a este ideal racionalista, otro autor, Nietzsche, dirá que eso son pamplinas: el hombre es un ser que se forja a sí mismo. Dios no es que sea incomprensible, es que sencillamente ha muerto, es un cacharro viejo en el trastero de la historia. Sólo queda la supremacía de la voluntad y de la acción. El superhombre que se impone. La superioridad de la fuerza. Sugerentemente exitoso.

Ante el homo rationalis, se sitúa el homo volens. Pero la experiencia histórica, frente al fracaso del mito del progreso en la diosa razón y de la superioridad del más fuerte, sólo ha dejado paso a un desvaído homo affectivus, la persona afectiva, sensitiva, emotiva, influenciable, impresionable por su medio circundante, más cercana a la voluptuosidad caprichosa que a la sabiduría humana. Es, en consecuencia, un homo afflictus, un ser afligido y profundamente vulnerable, incapaz de asumir la frustración. Es el sinsentido de quien ahora quiere una cosa, luego otra o incluso su contraria: la contradicción permanente; el no saber lo que se quiere; y así, de tanto querer sin querer se fragmenta nuestro yo, se vapulea la vida.

Frente a este trilema deshumanizado, carente de unidad, se alza con fuerza el amor, el querer racional y afectivo, como la clave en la que enclavarnos, si no queremos disgregarnos y con nosotros a los que nos rodean.

Estos días, varios amigos me han comunicado situaciones matrimoniales delicadas. Lo común a todos ellos, es que no entienden nada, no se entienden a sí mismos, no entienden lo que les pasa y por qué les pasa, no entienden a su pareja. Falla la inteligibilidad amorosa; falta un proyecto común; un ir juntos a; falla la acción amorosa, la dirección y el sentido. Descubrir a dónde vamos, qué queremos hacer, y sobre todo para qué y quiénes sirve mi vida. Nos falta esa claridad amorosa de que quién busca su felicidad, no la logrará nunca: está condenado al fracaso. El que busca la felicidad de los demás, ése la conseguirá. Quizá es lo que nos pasa.

Grupo de Estudios de Actualidad

De modo que en vez de hablar de Dios, como sugiere Mandino en el pergamino nº 10, he escogido enfocarlo hacia el amor (aunque entiendo que, en cierta manera, también es lo mismo pero ese es otro asunto)
Ahora bien, dado que en los comentarios de Mandino siempre he incluido un video con intención de relacionarlo con el artículo que escribía, me van a perdonar que en esta última ocasión ponga “el mío”, ese al que yo puse la locución (sí, ya sé que el enlace está ahí arriba y seguramente muchos ya lo habrán visto, pero me apetecía que formase parte de alguna entrada).


Y como estamos en materia, a los católicos les diré que es una forma de ganar el jubileo; a los no católicos o no creyentes, que toda fiesta y su tradición amplía experiencia, conocimiento y cultura. Yo sí apareceré este año por Caravaca de la Cruz (además, Santiago de Compostela ya tiene muchísima promoción).

Seguro que seremos bien recibidos.