Se ha dicho muchas veces que al individuo se le prepara para el triunfo, pero no para el fracaso. En efecto, abundan más los fracasos que los éxitos en toda sociedad y es fácil dejarse superar por una sensación de derrota antes que plantearnos la posibilidad de extraer conclusiones positivas de un tropiezo. ¡Y miren que tropezamos veces!
Sí, es cierto que “aprender de nuestros errores” es una especie de dogma que precursamos en todas las vertientes… pero no siempre de forma inmediata, a renglón seguido de nuestra equivocación. Puede que surja la culpa, la vergüenza, la justificación (auto)… Dicen, incluso, que empleamos el aprendizaje interferente para sepultar en el inconsciente aquello que no queremos mantener en la conciencia, pero este tampoco es un recurso inminente. De modo que, ¿cuáles podían ser esos recursos inmediatos?
Yo esperaba de mi última clase de doblaje que fuese, si no un éxito rotundo –de esos en los que el personal se tira quince minutos aplaudiéndote mientras finges primero con cara de circunstancia para pasar posteriormente al careto cómplice- sí, al menos, satisfactoria hasta un grado... digamos... considerable. Pero hete aquí que volví a tener como profesor al mismo profesional exigente con el que hice las cuñas publicitarias: Rafa. Esta vez iba yo presuntamente prevenido porque presuntamente iba yo a “dominar” la emoción de la escena y plasmar allí la interpretación como es debido.
¡Que si quieres arroz, Catalina! De nuevo la sensación de cuasi-nulidad cuando, en un 90% de las actuaciones en las que me tocaba prestar mi voz al actor original, el resultado no quedaba convincente. Atesoré cierta satisfacción por el exiguo margen restante del 10%, pero eso no era suficiente. Terminó la clase y me fui con cierta sensación de frustración, porque la verdad es que yo esperaba más de mí mismo. Pero lo peor de todo es que tardé en reaccionar como es debido.
Yo debería haber cambiado de actitud en lo que respecta a mi reacción interna. Debería haber observado a las otras personas que mostraban mis mismas carencias, y no por aquello de “mal de muchos consuelo de tontos” sino porque al principio de la formación estas cosas hay que tomárselas con más ligereza. Por eso vale la pena observar a quienes se toman las cosas de manera distinta para intentar adquirir una nueva visión de las cosas. Si no hubiera sido suficiente la observación, yo debería hablar con algún otro compañero con el que cambiar impresiones y extraer conclusiones que seguramente terminarían en el razonamiento anterior.
Yo debería pensar que estas cosas se solucionan con esa fórmula internacional que es la práctica. Pero no la práctica del doblaje, no. La práctica adquirida al equivocarse una y otra vez para concluir que casi todo aquello en lo que nos equivocamos tiene solución.
Yo debería pensar que debo adquirir un modelo previo para hacer las cosas sobre las que no poseo amplio dominio: quizá mi estrategia inicial deba ser una especie de “benchmarking” (¿cómo lo hace aquél actor de doblaje de reconocidísima experiencia y excelentes resultados?). Porque a lo mejor no siempre es bueno implantar nuestra propia personalidad cuando empezamos, siendo conveniente sujetarnos a modelos.
Sin duda, yo debería reírme de mí mismo. Esta idea ya venía recogida en otro post anterior, ¿verdad? Y es que es necesario olvidarse del ego y reírse de la torpeza. Necesario y sano.
Pero inmediatamente, sin dejar pasar un segundo y a pesar de cambiar esa actitud observando a otras personas, de cruzar impresiones, de adquirir práctica con la estrategia de los contra-batacazos, de buscar modelos algo más confirmados hasta implantar el estilo propio y de reírme de mí mismo, yo debo asumir mi parte de responsabilidad en el error. Proponerme tomar determinaciones -si procede- y pasar a otra vieja fórmula: la del borrón y cuenta nueva.
A veces parece que tenemos una gran capacidad para variar el rumbo en busca de alternativas y posponemos la reflexión sobre el error por unas horas, días, meses o incluso años después. ¿Por qué no en el mismo momento, el inmediato?
Aunque me he referido aquí a mis errores en clase, creo que esta reflexión es aplicable no sólo a operaciones comerciales sino a cualquier ámbito de la vida. Porque algunas cosas que no precisan de un análisis meditado “en frío” y no requieren de una inmediata reacción bien pueden cogerse “en caliente”, especialmente si se trata de extraer conclusiones positivas al momento. Pero hace falta esforzarse para ello.
Yo les confieso, sin embargo, que por mucho que yo escriba sobre esto, a mí me cuesta bastante (como a todo hijo de vecino). Bueno, en eso de reírnos en clase la verdad es que no: menudo cachondeo nos llevamos. En algunas de ellas parece que eso no es serio, nada serio...
"Terminó la clase y me fui con cierta sensación de frustración, porque la verdad es que yo esperaba más de mí mismo. Pero lo peor de todo es que tardé en reaccionar como es debido".
ResponderEliminarPorque aunque no te hayas dado cuenta es el sentimiento frustrante, el amor propio herido el que no te dejaba razonar en caliente. Podía el dolor del momento. Habías puesto toda la carne en el asador y se chamuscó. Una vez pasado el sofocón inicial has podido utilizar todos los valores positivos que llevas dentro para darte cuenta que no tenía tanta importancia. Cambiaste los sentimientos por la razón.
Se aprende mucho de los diálogos internos con uno mismo.
Ánimo Germán que tu puedes, lo que ocurre que es ya no eres un niño maleable, cuesta más.
Gracias por compartir esta vivencia.
Un abrazo y buen finde
aay
ResponderEliminarMientras te leia no he podido evitar pensar en mi, en mi estudiando ingles y frances... En fin, sí, mejor tomarselo no tanto en serio.
Que malo es el fantasma de la frustación...
Un abrazo.
Hola Germán, Una y mil veces habrá que corregir, hacer lecturas interiores si se quiere el aplauso final, pero siempre sin perder lo que uno es. La frustracción no es más que un paso del aprendizaje por el que todos tenemos que pasar, pero fíjate. Yo creo que estás en un muy buen camino en esto del doblaje, y estoy seguro de que te veremos en muchos títulos de crédito.
ResponderEliminarUn abrazo
Germán
ResponderEliminarQué difícil...
Yo sigo teniendo como principio aquello de "el error es el primer paso hacia el éxito", pero tengo que esforzarme en recordarlo.
Un abrazo
¡ Hola ! me ha llamado la atención una de las frases de tu post, que considero como clave: " ... a lo mejor no siempre es bueno implantar nuestra propia personalidad cuando empezamos, siendo conveniente sujetarnos a modelos".
ResponderEliminarPodemos tomar como ejemplos a deportistas, actores, músicos, o incluso científicos excepcionales. Resulta que si les observas atentamente, NO aplican las reglas al uso, (desde luego por algo son excepcionales). Ahora bien, si estudiamos sus trayectorias, observaremos que a pesar de tener un talento innato e distinto, lo que al final les distinguirá es una capacidad superior para practicar y practicar y aprender y aprender, aunque no renunciando nunca a lo que les hace tan específicos. En definitiva, aún a sabiendas de poseer un talento especial, aceptan practicar la curiosidad permanente y aprender -mucho o poco- de todos los que les pueden aportar algo, descartando lo negativo y volcándose en lo positivo. Resumo todo esto con una frase de Confucio creo-: "El sabio puede aprender del más necio, pero el necio no aprenderá del más sabio". Así que intentemos ser sabios y aprendamos algo de cualquiera que tenga algo que aportar -mucho o poco- :))
¡ Animo !!!
Gracias, Katy:
ResponderEliminarlos diálogos internos son necesarios cuando, como bien dices, se cambian los sentimientos por la razón. A veces es necesario tomarse ese tiempo prudencial para llegar a las conclusiones en frío, pero yo creo que debemos ejercer la práctica que nos permita reaccionar con más diligencia. Y en muchos casos es cuestión de no dejar voluntariamente tanto transcurso de tiempo para reflexionar.
Gracias a ti por los ánimos y un abrazo.
Hola, Gabi:
ResponderEliminarsiempre que no se quede enganchado como un anzuelo, a ese fantasma aprendemos a controlarlo. Lo malo es que lo dejemos demasiado tiempo con nosotros. ¿Cachondeo en inglés y francés? Pero, ¿será posible? (jajaja...)
Gracias Fernando, porque me quedo con esa buena frase que dices: "la frustración no es más que un paso para el aprendizaje". Y en cuanto a la última reflexión tuya, ahora sólo se me ocurre una cosa: Dios te oiga, majo!
ResponderEliminarEn cualquier caso, muchas gracias por los ánimos... y por tu apoyo.
Un abrazo, Fernando.
Hola, José Luís:
ResponderEliminara mí también me cuesta mucho recordarlo en el momento. Por eso quiero aprender a asumirlo con reacción inmediata, aunque soy consciente de que controlar esos impulsos internos requiere de mucho hábito y control. A ello tendremos que ponernos.
Un abrazo y muchas gracias, JL
Hola, Jose:
ResponderEliminarpues tomo buena nota de tu consejo, no porque me considere sabio aprendiendo de necios sino porque las opiniones y consejos de gente como vosotros significan mucho para mí. Pero también me quedo con la frase de Confucio que nos prestas.
Muchas gracias por los ánimos.
Un fuerte abrazo (por cierto, voy despacio pero el libro me está pareciendo muy interesante. El día en que esté preparado también te propondré pasarlo a audio -jejeje-).