"No emplees tu tiempo sólo en trabajar. Úsalo también para convencer... y generar así los acuerdos"

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gidval@gmail.com - (Valencia, España)

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jueves, 25 de febrero de 2010

El consultor, candidato a santo Job

La persona impaciente no puede renunciar a sus expectativas de inmediatez, condición que lo llena de ansiedad y le obliga a realizar el movimiento que cree necesario para terminar cuanto antes el proceso. Queda constantemente asociada a emociones negativas, interpretando en los demás una errónea apatía, inmovilismo, falta de sinergia o una ausencia de empatía que, en realidad, sólo es suya. Los planetas se desalinean y el mundo se vuelve en su contra, porque hasta el orden natural de las cosas parece conformarse para esquivar y evitar el suceso o hecho esperado. En fin, otro de los estados que reflejan carencia de autocontrol.

Dicen que la paciencia es un don. Yo no sé si calificarla de esta manera, pero dado que la paciencia significa trascender a un nivel más alto de evaluación en cada situación, yo no dudaría en asociarla directamente a la inteligencia. Toda estrategia requiere de altas dosis de paciencia (por ahí tengo yo al amigo Sun-Tzu quien ya manifestaba hace unos cuantos añitos algo sobre esto) y por eso la paciencia es también una actitud que se debe aprender, un modo de ver las cosas como son pero también como –o creemos así- van a ser pero, lo que es más importante, cuándo –en su punto más cercano a la objetiva realidad- van a ser.

Leo por ahí que “la paciencia es una virtud valiosa que sólo tienen los sabios, porque son los que saben sufrir y tolerar las adversidades con fortaleza y sin lamentarse. La persona paciente es capaz de esperar pacíficamente y con serenidad cualquier cosa o situación, aún aquella que desea con más fervor”. En estos tiempos de crisis la necesidad apremia y me temo (he decidido dejar ya los buenismos aparte) que esto va a ir in crescendo.

Entonces, y sin ánimo de trivializar situaciones graves en muchas empresas –y por ende en muchas familias- imagino a nuestros amigos consultores intentando proveer a sus clientes de ciertas derramas de tan valiosa virtud… al tiempo que –seguramente en muchas ocasiones- deben procurarse para ellos mismos un gran acopio para la autodosis, como ese botoncito que activa el mecanismo que suministra morfina y que por desgracia he conocido bien.

Lo que por otro lado ocurre es que hay pacientes activos y pacientes pasivos. A más de uno, con esta reflexión, puede ocurrírsele un cierto paralelismo con la situación política actual: “siéntate a la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu vecino” o algo parecido. Al fin y al cabo, no deja de ser una estrategia, ¿verdad? Yo, sin ánimo de promover correspondencias semánticas, prefiero enfocarlo al ámbito del trabajo. Un agricultor sabe que hay un momento para la siembra y otro para la cosecha. Pero previamente al proceso de la cosecha están los procesos del cuidado, protección, riego y vigilancia para que el resultado sea excepcional y por ello, sabiendo que todo tiene un proceso, no hay que desesperarse: los resultados llegarán por medio del esfuerzo y la constancia (paciencia activa). Y de eso hay que convencer a más de un empresario o directivo.

De modo que, volviendo a nuestros amigos consultores, seguro que se han encontrado en muchas ocasiones con ese empresario autocrático que tiene cierta dificultad para gestionar bien el trato y la comunicación con sus subordinados porque, por lo general, es un tío enfático e impulsivo con “cierta dificultad” para escuchar, impaciente con las personas que no caminan a su propio ritmo (o no funcionan por su particular senda) y casi siempre devorador de plazos. De esos a los que cuando se le pregunta si es capaz de correr ese fin de semana una maratón responderían que sí, pero únicamente podrían comprobar –si realmente se ponen las zapatillas de deporte, que eso es otro cantar- que apenas sean capaces de correr 5 o 6 kilómetros antes de acabar fundidos con la lengua fuera. Y es que llegar a correr los 42’5 comienza con cubrir 1, luego 2, 4… etc., llegando a superar la cuarentena en el tiempo que sea necesario (dependiendo, eso sí, de su funcionamiento cardiaco).

Por eso nuestros amigos consultores son a veces candidatos a emular la figura del santo Job. Las desgracias de sus clientes se les acumulan y las premuras y urgencias saltan a escena. Y ahí, tercos y firmes, permanecen aquellos casi siempre inalterables. Digo “casi siempre” porque, al igual que Job tuvo un arrebato de reproche a Dios, más de una sutil –y no tan sutil- colleja habrán tenido que dar a más de un cliente.
Y esto me lo ha confirmado uno de nuestros amigos consultores.

12 comentarios:

  1. Hola German, estoy convencido que la paciencia es un don o cuestión de fe tal vez. También se adquiere con los años (sabiduría) Y en tiempo de crisis es altamente recomendable si no quieres morir de un infarto. Y creo que la mejor gestión que podemos hacer es agenciarnos una poca.
    Entresaco el refrán de :
    “siéntate a la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu vecino” Lo malo es si te mueres antes :)
    O sea no se lo recomiendo a nadie.
    Buena reflexión Germás como siempre.
    Un abrazo y un buen finde para ti.

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  2. Hola germán.
    La paciencia, más que una virtud, es una necesidad. Una asignatura pendiente en el mundo empresarial. Inculcarla es complicado. por eso, collejas aparte, el consultor debe tenerla, para al menos inentar transmitirla a su cliente.
    Un abrazo

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  3. Me has hecho recordar mi etapa como consultor, hace algunos años. Había clientes que terminaban contentos con el trabajo realizado, podía haber otros que no, pero también había un tercer tipo, los que, reconociendo -en su fuero interno- que habías hecho una buena labor, le quitaban importancia: "No, yo todo esto ya lo sabía", "no estuvo mal, pero gracias a nuestro trabajo", "esto podíamos haberlo hecho nosotros solos", etcétera.

    Este tercer tipo casi era peor que los que estaban claramente descontentos por algo, y lo argumentaban. Menos mal que ya te lo tomabas con paciencia.

    Un abrazo
    Pablo

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  4. Hola Germán:
    Hablas con voz de sabio. Estoy pergeñando un post al respecto para la semana que viene.
    Un abrazo empático.

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  5. Hola, Katy:
    son precisamente los tiempos en los que imperan adversidades en los que hay que sacar la reserva del depósito. En cuanto a la frase, te puedes morir producto precisamente de la inactividad que te acerca a la parálisis ;-) No, yo tampoco creo que sea esa una buena estrategia.
    Muchas gracias por tu comentario, Katy.
    Un abrazo.

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  6. Hola, Fernando:
    permite que me remita a tu último artículo en el que podemos establecer la semejanza con los consejos... pero al revés (fácil es darlos pero más complicado recibirlos). Mira por dónde, creo que podríamos complementar los dos contenidos.
    Un abrazo, Fernando. Deja que desde aquí te vuelva a dar las gracias (ya sabes).

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  7. ¡Anda, Pablo! Pues yo no sabía todavía que has sido consultor, pero no me extraña un pelo. Si bien es cierto, por otra parte, que los que sabéis dar orientación en materias tan concretas (en tu caso la economía aplicada a la gestión empresarial) tenéis la vena del consejero. Debí haberlo sospechado ;-) Como tampoco me extraña el caso del tercer tipo de clientes que nos cuentas, aquellos evitadores que solo dan la cara cuando el trabajo ha quedado finalizado, con la única intención de seguir lanzando contra la línea de flotación intentando disimular su propia cobardía e inoperancia. De esos también he conocido algunos.
    Gracias por relatarnos tus experiencias, Pablo.
    Un abrazo.

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  8. Hola, JJ:
    no, aquí el maestro eres tú. Porque creo que sospechas quién inspiró este contenido. Pregunta en unos tal "Interclaros" o "Intercliv..." (bah, no sé; pregunta por ahí -jejeje-). ¿Empatía? Gracias, pero sólo será por el contenido del artículo. Yo, querido amigo... soy locutor! (jajajaja).
    Un abrazo, Josep.

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  9. Hola, Germán:

    Me sumo al comentario de Katy: (...) lo malo es si te mueres antes. Creo que a veces lo malo puede ser el exceso de paciencia. Siempre hay algunos que se saben mover bien en el terreno del abuso de la paciencia de los consultores. Y no por maldad o voluntad manipuladora sino por incapacidad asertiva.

    Por eso creo que a algunos consultores -entre los que me incluyo- quizás pueda convenirnos lo contrario: ser razonablemente proactivos con la falta de asertividad de algún que otro cliente. Si no, te mueres antes :)

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  10. Previsor y planificador, esos sí serian buen condimiento para un paciente, paciente activo por supuesto!

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  11. Hola, Alberto:
    imagino que los que os dedicáis a estos menesteres debéis tratar de promover la sinergia entre las partes, trabajo al que seguramente no siempre se prestarán los clientes. A riesgo de morirte por el camino, me vale la proactividad como colleja sutil ante la falta de asertividad del empresario o directivo con relación a vuestra colaboración profesional.
    Un abrazo y muchas gracias por exponernos tu punto de vista, Alberto.

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  12. Hola, Gabi:
    pero si llegan todos a ser así... ¡me quedo sin artículo!
    Muchas gracias y un abrazo.

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