Es más que frecuente encontrarnos con las advertencias, avisos, consejos, recomendaciones y exhortaciones varias que van encaminadas a lo que dice el refrán: “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”. En sí misma, la sentencia abriga la intención de evitar nuestra natural tendencia a la comodidad, a llevar a cabo con puntualidad nuestras obligaciones y, en definitiva, a cumplir con nuestros compromisos en tiempo y forma.
Pero si esa intención es buena, también es cierto que en muchas ocasiones nos lleva a cierta actitud de atolondramiento mental. Una vez tuve un jefe al que le gustaban por encima de todo las cosas terminadas. No es que no quisiera conocer los detalles de su desarrollo, pero su obsesión por “finiquitar” lo pendiente era una de las características más resaltadas en la empresa. Parecía que las entregas no necesitaran de su natural proceso organizativo logístico y, como si la vida le fuera en ello, convocaba frecuentes reuniones en las que se repasaba día tras día el desarrollo de los pedidos en curso. De todos. Si ayer el 103.457 se había dado de alta en el sistema, hoy ya debía estar en el proceso C o D. El jefe de producción, el primer encargado, el responsable de logística, una de las responsables de gestión del sistema, el responsable financiero, todos los que formábamos parte del departamento comercial y el gerente nos dábamos cita en una amplia sala de reuniones para llevar a cabo un seguimiento detallado, porque en ello iba la facturación y los resultados de Valencia, que se analizaban en Madrid.
Sí, en ese sentido tenía algo de razón: por desgracia, parece que en muchas empresas sea necesario el “ojo, que te pillo” para que el flujo se mantenga sin demasiadas incidencias (ahora me viene a la mente el artículo de las 100 entrevistas en el suplemento Mercados en el que la falta de productividad es mencionada como importante talón de Aquiles en nuestro tejido empresarial). Pero existen otros sistemas de control más efectivos, menos tediosos y más productivos, entre otras cosas porque el tiempo empleado para aquel tipo de reuniones con la condensación de todas aquellas personas valía “una pasta”.
Pero permítanme que vuelva a encauzarme en la senda por la que quería ir, porque no era mi intención irme por las ramas. Yo hablaba de la obsesión, y es que en muchas ocasiones salieron partidas parciales de mercancías con una diferencia de uno o dos días, cuando el cliente tenía sobrado margen en el pedido como fecha de entrega (atiéndase a la lógica duplicidad de costes logísticos). Todo por insertar facturación cuanto antes. No obstante, también he podido observar –no, aquí no hablo de la misma empresa- malos planteamientos en operaciones de ventas precisamente por haberse precipitado en su exposición: con el ánimo de conocer inmediatamente la percepción del cliente, la presentación resultó insuficientemente adecuada, lo que llevó a la necesidad del ajuste en las condiciones ofertadas cuando de otra manera no habría sido necesario.
A veces exageramos nuestra condición de “urgencia”. ¡Claro que hay que dejar para mañana lo que es para mañana! El “tiempo prudencial” tiene esa condición prudente porque advierte, avisa, aconseja, recomienda y exhorta a pensar y repensar la mejor forma de hacer las cosas. Cuando el resultado va en ello, también podemos echar mano del refranero y esta vez para la contrapartida: “Vísteme despacio, que tengo prisa”. Si Napoleón podía permitirse tiempo –el necesario-, nuestros gestores también (lo que no quiere decir que puedan adormilarse). Pero es que hay algunos que cogen carretera y manta, ponen la directa… y pedal a fondo.
Hola Germán ya echaba de menos una entrada tuya, y esta además de ser cierta su lectura se hace divertida. Se puede aplicar a nuestra vida acelerada. "Estoy de acuerdo con lo de dejar para mañana lo que es para mañana" pero la frase más oída es "Hago esto y ya me lo quito" lo cual va en detrimento de la calidad casi siempre. Y como bien afirmas las prisas para el mundo empresarial además de no adelantar nada es más costoso.
ResponderEliminarUn abrazo ha sido un gusto leerte.
Hola, Katy, gracias por el afectuoso comentario. Sí que es verdad que esta semana pasada he estado menos prolífico, como me decía Josep. Cuestión de temporadas y aglomeración de otras cosas.
ResponderEliminarSí, tenemos que conceder a las cosas su orden de prioridad y el tiempo necesario para garantizar su valor. Pero en aras de una mal entendida productividad, en ocasiones puede tropezarse con la obsesión, y eso no suele traer buenos resultados.
Un abrazo y gracias por pasarte, Katy.
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ResponderEliminarHola, Germán, disculpa por el error de borrar la anterior entrada.
ResponderEliminarHe vivido un jefe parecido y me ha quedado poco espacio para la motivación... lo que siempre pasa con los planteamientos autocráticos.
Creo que las prioridades y los esfuerzos quedan mejor determinados cuando se basan en conversaciones -con apertura mental- entre cada responsable y los miembros de su equipo sobre cuáles son las "mejores jugadas" y dónde tenemos que focalizar nuestra atención y nuestro tiempo.
Lo contrario es el capricho, la improvisación, el impulso emocional condicionado por las obsesiones y creencias de cada directivo, etc.
Holas Germán:
ResponderEliminarLo primero de lo que me he acordado cuando he leído el título es de las películas americanas en las que los "GEOS" de turno salen de un furgón y el sargento grita: ¡Venga, venga, vamos, vamos vamos! Tiene su gracia, si te fijas siempre dicen lo mismo.
Reflexiones trascendentales aparte, un amigo mío que trabaja también en la administración tiene un jefe que todo lo pide para "antesdeayer" (y fijate que he dicho "administración"). Bueno, pues todo el mundo corriendo para que después ese trabajo se quede encima de la mesa meses y meses.
Alberto ha mencionado la palabra maldita: "Motivación". Pues fijate lo motivado que estará este hombre.
Un abrazo.
Hola, Alberto:
ResponderEliminarperdona el retraso en la contestación.
La dirección por impulsos, como dices, va a influir directamente sobre la motivación del equipo, sobre todo cuando a la vista queda que la planificación correcta de las acciones no es tan complicada (y por supuesto, necesaria). Estoy seguro de que los consultores os veis en la necesidad de cuidar ese aspecto con vuestros clientes en más de una ocasión.
Gracias por complementar el artículo, Alberto.
Un abrazo.
Hola, Javier:
ResponderEliminarcomo a Alberto, te pido disculpas por el retraso.
Fíjate como los dos habéis incidido en el aspecto motivacional cuando los criterios atolondrados aparecen en escena. Es posible que muchos de estos directivos tengan "buenas intenciones" en la gestión de la diligencia, pero a la vista queda que los resultados son desmedidos, lo cual llega a mermar la percepción de eficiencia en los miembros del equipo. Es lamentable (e incluso increíble en alguien que ejerce un puesto de dirección) que, además, las pruebas del "delito" queden encima de la mesa meses y meses: eso es como mantener el fuego encendido cerca de la mecha.
Gracias por comentar y por el ejemplo que nos aportas, Javier.
Un abrazo.
Hola Germán:
ResponderEliminarHoy soy yo el que llega tarde. Espinoso tema el que tocas. Vivimos en el mundo de las urgencias y se tiende a la anticipación en todo, auqnuye luego no sirva para nada. Hay mucha gente que anticipa ventas que luego se anulan para que cuadren los números.A nosotros nos ocurre que nos piden añlgo a las 7 de la tarde para que este listo en una hora, cuando técnicamente es impsoible hacerlo. Todo por o falta de palnificación o como dice Katy, me lo quito de en medio. No es que se dirija por impulsos, es que hay mucha gente que está perdida. Muy buen post.
Un abrazo
Hola Germán:
ResponderEliminarYo también llego tarde, concretamente dos post tarde y es que parece que todos andamos más atareados últimamente. Es curioso como, por otra parte, acablo de leer un artículo en el blog de Economía Sencilla en el que también se habla de la organización del tiempo o de la falta de ella.
Tu jefe parecía ser un neurótico hiperactivo que se pondría nervioso pensando que os estábais tocando las narices en lugar de estar trabajando sin darse cuenta de que lo que conseguía era interrumpir el ritmo con tanta reunión de "estado mayor".
Esos tipos acostumbran a ser a los que cuesta tener contento por mucho que uno se esfuerce, así que no creo que vaya mucha gente a su entierro cuando llegue el momento, que esperemos que no esté cercano.
Un saludo.
Sé de algunos que comprobando datos en el ordenador les sobra cualquier atisbo de otro horizonte. Les sobra con qué la informacion de esas letras y números les cuadre.
ResponderEliminarUn abrazo!
Hola, Fernando:
ResponderEliminarEso de que te pidan algo a las siete de la tarde para tenerlo listo a las ocho (siendo técnicamente imposible) me recuerda a aquel cartel hecho de viñetas, en el que aparecen unos muñecos partiéndose de risa y una pregunta al pie: "¿Para cuándo dice que lo quiere?" Si los demandantes dedicaran sólo unos minutos a pensar no dejarían sitio a la impaciencia, ¿verdad?
Gracias por pasarte, Fernando.
Un abrazo.
Hola, Josep:
ResponderEliminarbueno, creo que yo me voy curando y parece que todos nos lo vamos tomando con algo más de tranquilidad... lo cual creo que es bueno. La verdad es que no es un mal tío (mi ex-jefe). Sí, era tachado de algo neurótico, es cierto, pero también tengo que decir que la dirección general dejaba bastante que desear (es sólo una opinión, aunque compartida por algunos más que yo). Fíjate, sentía más empatía con este hombre cuando no me unía ningún vínculo con la empresa que cuando sí lo había, de lo que puede deducirse que su estilo de dirección no era tan independiente como él mismo hubiera querido.
Bueno, tengo que decir que me queda una visita pendiente por tu casa.
Un abrazo, Josep.
Hola, Gabi:
ResponderEliminar¡tecnócratas, qué especie! Sin recursos que se aparten de un manual, ¿verdad? Precisamente esta tarde estaba dando vueltas a un tema en relación a eso. Mira, puede que me aventure con esa cuestión, no sé.
Gracias una vez más por pasar, Gabi.
¡Ah!, y felicidades a Oscar, que creo que no lo dije en tu página.
Un abrazo.