En la película “Hostage”, Bruce Willis interpreta a un negociador del FBI. Un hombre trastornado (no me he fijado si es el padre) tiene retenidos en una casa a una mujer y su hijo, un crío de unos cinco años. Otros agentes están apostados con rifles de largo alcance y, al tiempo que Willis está tratando por teléfono con el secuestrador, le informan mediante una pequeña pizarra, mostrada a cierta distancia, de que lo tienen a tiro. Sin dejar de hablar, el negociador les responde a su vez mediante su pizarra : “Nadie va a morir hoy”. Al cabo de dos o tres escenas se oyen los disparos dentro de la casa. El secuestrador se ha cargado a madre e hijo, y posteriormente se ha suicidado. Tres muertos, una carrera truncada y un sentimiento de culpabilidad que supone un giro en sus relaciones familiares, seguramente motivo de desestructura. Para unos, una rápida decisión. Para otros, una falta de decisión -¡no disparen!- debido a la equivocación o al miedo a transitar por la senda del riesgo. En cualquiera de los casos, una consecuencia que hay que pagar.
En muchas ocasiones, es difícil distinguir la prudencia de la falta de valentía cuando lo observamos en los demás. Juzgar es gratis, ¿no es cierto? Y claro, a toro pasado todos sabemos. Como ejemplo, ¿cuántas veces se han encontrado con la típica aseveración del “yo ya lo sabía”, “él/ella debería haber hecho esto en vez de lo otro” o “no sé a qué estaba esperando (…) ya es tarde”? Difícil lo tendríamos todos para hacer un recuento. Pero en realidad, cuando a nosotros nos toca tomar las decisiones arriesgadas, quisiéramos tiempo indeterminado y alternativas numerosas.
Para los demás es fácil aconsejar la alternativa menos mala, pero nosotros sabemos que aún así hemos de correr riesgos, quizá de consecuencias impredecibles. Para los demás es fácil apremiar a la toma de decisiones, pero quizá sólo nosotros conocemos el tiempo del que realmente disponemos así como del tempo más adecuado a nuestras intenciones.
Pero en todo este proceso, lo que no es admisible es la duda manifiesta. Una persona que duda frecuentemente es una persona que no está capacitada para dirigir un grupo. La duda es consecuencia de la falta de visión, incluso en el caso de que todas las alternativas sean favorables o perjudiciales. La duda es consecuencia de una falta de análisis real del problema y sus variables según la decisión. Y la duda es un estigma, es una matrícula que queda troquelada en la espalda de un directivo. Evidentemente, en muchísimas ocasiones tenemos motivos para dudar, pero quien dirige no puede permitirse la excesiva ralentización injustificada de las decisiones (ojo, que puntualizo: injustificada). Eso provoca inseguridad en el grupo y desconfianza en su líder.
El tiempo de duda debería ser directamente proporcional al tiempo de formulación del esquema de nuestros razonamientos a la hora de tomar la decisión y eso, lógicamente, irá en función de la importancia del problema. Por supuesto, si ese tiempo es desproporcionado de forma exagerada nuestra consideración bajará enteros. Posiblemente sólo un índice del 100% de aciertos le salve del linchamiento, pero no deje de considerar los daños colaterales: siempre habrán resquicios por los cuales sus detractores se cuelen.
Por eso, la toma de decisiones debe ser apropiadamente breve. No sólo porque el mundo empresarial lo requiere –lo exige- cada vez más, sino porque en su calificación y cualificación ante superiores y subordinados este factor es fundamental. Y todo ello contando con que sus decisiones resulten finalmente acertadas. Imagine cuando una parte de ellas no lo sean. Si la duda corroe, la equivocación entierra. No lo dude.
No seré yo la que entre en el jardín de contradecir la filosofía del análisis de la duda en los directivos. Que cada palo aguante su vela. Pero si puedo decir lo que yo creo. Y creo que la duda, en muchos casos, es sana y es lo que nos hace avanzar, porque nos hace buscar otros planteamientos. Al fin y al cabo, el estar seguro de una cosa,o creerlo así... que viene a ser lo mismo.. no nos proporciona la certeza de que vaya a suceder al 100%. La equivocación además de ser fuente de errores sirve para avanzar. Eso sí, hay profesiones especialmente duras en este sentido, negociadores, médicos... etc... pero repito lo dicho un poco más arriba, que cada palo...
ResponderEliminarY en otro orden de cosas, me has hecho sonreir con ese ya lo sabía. Es verdad, vivimos en una sociedad de sabios a posteriori tanto si va mal, como si va bien... todo el mundo ya lo sabía. Son los que podríamos denominar como "sabios de Villatriste". En fin...
Saludos Germán.
Hola Germán:
ResponderEliminarEl otro día se lamentaba mi hija de una supuesta decisión mal tomada. Insistía en que siempre que hay dos alternativas ella elige siempre la que no es.
Yo de dije que aunque sólo se acordase de las decisiones que tomaba equivocadamente, había un montón que tomaba acertadamente y le invité a repasarlas. Tuve que ayudarla pero econtramos unas cuantas. Finalicé diciéndole que lo importante es tomar decisiones y que lo realmente negativo es dudar y no tomarlas.
Queramos o no hay que tomar decisiones, meditadas, pero hay que tomarlas. Unas veces, las más, acertaremos, otras no. Si llegase un momento que descubrimos que no podemos tomarlas, que dudamos, que no sabemos qué hacer, entonces tendremos que empezar a pensar que ese trabajo no nos conviene.
Un saludo.
"Pero en realidad, cuando a nosotros nos toca tomar las decisiones arriesgadas, quisiéramos tiempo indeterminado y alternativas numerosas"
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con Javier, las decisiones hay que tomarlas y casi nunca hay tiempo suficiente por eso son "decisiones" si no serían meditaciones, reflexiones o cualquier otra cosa. ¿Y lo de que si nos equivocamos? puede pero en ese momemto lo tenemos claro y punto. Interesante reflexión.
Me preguntaré hoy ¿Que decisión tendré que tomar aún a riesgo de equivocarme?
Feliz semana y un abrazo
Me cuesta terríblemente tomar decisiones. De hecho me suelen parecer a veces buenas todas las alternativas.
ResponderEliminarHace poco me resultó inspirador algo de Seth Godin que mencionaban en "GTD sin Outlook":
"No hace falta que sea una decisión sabia o una decisión perfecta. Simplemente toma alguna.
De hecho, toma varias. «Tomar muchas decisiones» podría ser tu mantra en tres palabras.
Ninguna decisión también es una decisión, la decisión de no decidir. No decidir es habitualmente la decisión equivocada. Si eres de tipo lanzado, de esos que saben decidir, marcarás la diferencia. No importa que hayas acertado, importa que te has decidido".
Ingeniero a 'obra vista' es una titulación muy popular...
ResponderEliminarMe temo...
;)
Hola, Germán. Normalmente, cuando tengo que decidir algo y tengo varias alternativas (sea en el trabajo o a título personal), suelo optar por tomar algún camino;
ResponderEliminares decir, que suelo desechar la opción de "no hacer nada", ya que he llegado a la conclusión de que no suele funcionar, o que al menos, me fastidiaría más perder o equivocarme por no hacer nada que por haberlo intentado.
Ahora bien, algunos son maestros en eso, por ejemplo, dicen que es el estilo habitual de Rajoy, esperar a que los problemas se solucionen por sí solos...
Un saludo
Pablo Rodríguez
Hola Germán:
ResponderEliminar¿Sabes? Leyendo la primera parte de tu post, me viene a la cabeza lo que ocurre durante un partido de fútbol y los posteriores comentarios entre aficionados. A mí no me atrae el fútbol y creo que una de las razones es que desde los mismos comentaristas del encuentro hasta el último de los aficionadillos "SABEN" cómo alinear la plantilla, cómo marcar goles, cómo entrenar al equipo y, sobre todo, CON QUÉ PIE Y DE QUÉ FORMA HABRÍA ENTRADO ESE GOL.
Y siempre me pregunto ¿Qué carajo hacen con una cervecita en la mano y el paquete de ganchitos cuando deberían estar dando el callo en el centro del campo, con lo "LISTOS" que son?.
En cuanto a la duda, es otro tema. Cierto que un directivo, pero como cualquier otra persona, en un momento tiene que decidir qué hacer, tomar este camino u otro. Alguna vez hay que elegir, eso es inevitable.
¿Cómo llegamos a elegir una opción?. Te recomiendo el libro "Decisiones instintivas. La inteligencia del inconsciente" de Gerd Gigerenzer (o en su defecto, leer la entrevista con E. Punset en http://www.smartplanet.es/redesblog/wp-content/uploads/2008/06/entrev004.pdf ). No tiene desperdicio.
La duda no es algo "malo"; si dudas será por algo. Lo "malo" es no ser consecuente con el resultado de nuestra elección. Creo que las personas que más dudan son las que más "temen" tener que enfrentarse a las consecuencias de su equivocación, si la hubiera. Por éso no despegan, siempre están posponiendo el momento, procrastinando, dejándolo para mañana y mientras, otros tendrán que tomar la iniciativa, elegir, proponer, hacer algo...eso sí, si la cosa va mal serán los que se coman el "marrón", porque el que "dudó y no actuó" se lavará las manos como Pilatos.
Un abrazo, Germán.
Hola Germán:
ResponderEliminarUno duda que contestar ahora...No, en serio. La duda es un proceso normal, no vivimos en el mundo de las certezas. El problema creo surge cuando la duda se convierte en una excusa para no tomar una decisión. El tiempo de duda es la clave. Siempre faltarán datos, y lo que hay que saber es que no hay decisiones ni equivocaciones "perfectas". A toro pasado todos somos muy buenos.
Buen post.
Un abrazo
Hola, Cristal00k:
ResponderEliminarSólo por la evidencia de que nadie tiene permanentemente la certeza, la duda es positiva. De otra manera, entraríamos en el peligroso campo del pensamiento único negando la diversidad (y en determinados casos, la libertad). El problema, en el mundo de la empresa, es que existe una línea subjetiva que divide el plazo natural de la duda de la inoperancia o debilidad.
¿Que te ha hecho sonreír, dices? Pues claro, mujer: ¡eso yo ya lo sabía! (ja, ja).
Bienvenida y muchas gracias por tu comentario.
Hola, Javier:
ResponderEliminarBien hecho. No se puede permitir que unas determinadas consecuencias potencien nuestro "miedo a la duda" (que en la mayoría de casos es inherente a la elección de una alternativa) y cuando se medita, normalmente existe un balance positivo en nuestras decisiones. El proceso racional de la duda es bueno, dado que siempre existe el análisis de variables. Posteriormente, la elección (decisión) tiene que concluir el proceso.
Gran demostración, la que hiciste a tu hija. Una de sus mejores lecciones, seguro.
Un abrazo, Javier.
Hola, Katy:
ResponderEliminarSi hemos utilizado el tiempo prudencial para tomar la decisión, esas conclusiones ya son positivas. ¿Que podemos equivocarnos? Desde luego. Y seguiremos haciéndolo. Pero el "dominio racional de la duda" potencia la seguridad en uno mismo a la hora de tomar decisiones. Serán las consecuencias, positivas o negativas, las que nos aporten la experiencia pero, como dices, la autenticidad de una personalidad se manifiesta en el convencimiento al decidir, aun siendo consciente de que existe margen de error.
Gracias por tu comentario, Katy.
Un abrazo.
Hola, Alberto:
ResponderEliminarquizá por el hecho de que te cuesten más, sean más valoradas. Y cuando parecen buenas, seguramente deberás analizar todos los inconvenientes en cada una de las alternativas asignándoles un indicador negativo. La alternativa que gana en puntos, queda eliminada. El GTD requiere siempre de una reflexión previa, por brevísima que esta sea. De modo que, en el fondo y como bien dices, aunque la duda no quede totalmente despejada hay que decidir.
Gracias de nuevo por pasar y comentar, Alberto.
Un abrazo.
Hola, Gabi:
ResponderEliminarSí, es todo un máster. Por ahí abajo menciona María el ejemplo del fútbol. Porque resulta que somos más ingenieros todavía ante los fracasos de los demás. Sí, es como una especie de indisoluble ley popular.
Un abrazo y gracias de nuevo, Gabi.
P.D.: sigo teniendo la duda de los caracoles. Es algo que me corroe (je, je).
Hola, Pablo:
ResponderEliminaresconder la cabeza bajo el ala nunca solventará un problema propio. Por eso la duda es buena cuando se ejecuta la alternativa meditada. Lo que ocurre -estarás de acuerdo- es que la empresa te concede cada vez menos margen de duda. En cuanto a lo de Rajoy, no sé cuál va a ser finalmente la consecuencia de haber tardado en tomar decisiones. Es cierto que a fecha de hoy, el puñetazo en la mesa parece que está haciendo mover ficha. ¿Por qué, si tampoco costaba tanto poner orden, no lo ha hecho antes? Bufff, ...política. Sinónimo de entresijos.
Gracias de nuevo por tus comentarios, Pablo.
Un abrazo.
Hola, María:
ResponderEliminarJa, ja... Leyéndote, me acuerdo de aquel "Tú eres muy malo. Tú siemprre negatifa. Siemprre negatifa. ¡Nunca positifa!" del Van Gaal en su época del Barça. Sí, como comentaba con Gabi, ese es uno de los másteres más extendidos. Tomo buena nota de tu recomendación. Oye, qué buen apunte ese de no ser consecuente con el resultado de nuestra elección, que suele ocurrir si esgrimimos la autojustificación perenne por bandera y evitamos a toda costa el reconocimiento del error por activa y por pasiva. La duda conlleva temor a la consecuencia en función del grado de seguridad en nuestra toma de decisiones. Por todo lo que comentas (y a lo que me sumo) también acordarás que al "agazapao por sistema" termina viéndosele el plumero.
Un abrazo, como siempre.
Hola, Fernando:
ResponderEliminarJe, je... Duda, duda, que eso es sano, pero no te pases. Ahí está la "valentía", el equilibrio: ser consciente de que faltan datos y que no hay aciertos ni equivocaciones completos. Pero aun así, se decide. Y sea como salga, si se ha reflexionado con prudencia y sinceridad, la decisión es buena (sean las consecuencias positivas o negativas, fíjate) porque no siempre pueden controlarse las variables imprevistas.
En relación al comentario que te hice en el post anterior, entiendo que no tienes relación con ninguna.
Un abrazo y gracias, de nuevo, por tus comentarios, Fernando.
Germán, no tengo relación con ninguna, pero me puedo enterar si alguien de la oficina o alguno de los actors animadores que trabajan con nosotros la tiene o nos puede orientar.
ResponderEliminarUn abrazo
Te lo agradezco, Fernando. Si necesitas algo de Valencia, no dudes en decírmelo.
ResponderEliminarMi opinión al respecto que la duda razonable es legítima pero siempre que no se caiga en eso de "hacia la parálisis por el análisis". Aunque claro, siempre es más fácil dar consejos que seguirlos "consejos vendo, para ´mí no tengo".
ResponderEliminarLa cuestión es tomar decisiones, aunque sean equivocadas... siempre y cuando aciertes más que falles o incluso como se dice "más vale pedir perdón que pedir permiso".
En fin, el refranero es tan amplio en esto que ya da una idea de lo que hablamos. Como decía Fernando, hasta dudo de lo que tenía que poner en el comentario.
En mi empresa hemos puesto un letrero que dice "acertamos o aprendemos", lo que sugiere que a veces también nos cuesta tomar decisiones por lo que a veces estoy tentado de cambiarlo por otro que ponga lo mismo pero con letras más grandes.
Muy buen post.
Un abrazo.
No, si el consejo es acertado: no caer en eso de "hacia la parálisis por el análisis". A todos nos gustaría, por mucho que sea más o menos benigna, eliminar todo resquicio de duda al tener que afrontar una decisión. Lo malo es pasarnos de la raya. Sería algo así como la extensión a tu letrero: "acertamos o aprendemos, pero seguro que algo hacemos".
ResponderEliminarUn abrazo, Josep.
Germán:
ResponderEliminarVoy a alargar el letrero ahora mismo.
Un abrazo.