La verdad es que en más de una ocasión me he dejado llevar por las apariencias. Cuando nos personamos en una situación, puede ser fácil enclavar el contexto o la persona con la que tratamos en un determinado estereotipo. Parece que es una tendencia natural del ser humano y no voy a atreverme a decir que sea mejor o peor, pero no hay duda de la conveniencia de ampliar siempre las miras.
Porque dejarse llevar por las apariencias o disponerse a manejar los estereotipos tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Al fin y al cabo, son las primeras armas de la intuición (ese primer pasillo en la estimación de prevenciones u oportunidades) que nos ayuda a previsualizar el devenir del acontecimiento, aunque la intuición no sea un conocimiento deductivo o racional. Pero es precisamente por eso que caemos en muchas ocasiones en el equívoco.
Yo creo que me he limitado en mi clasificación de estereotipos. Al ser demasiado simplista, es evidente que situaba el contexto o la persona en una percepción bastante exigua. Como sólo configuraba los patrones A, B y C, la persona (cuidado, que aquí sólo estoy poniendo un ejemplo) la calificaba previamente de pijo, tonto o vago en mi primera impresión. Evidentemente, me faltaban los patrones D, E, F, G, H, I, J… y sin lugar a dudas era mi falta de experiencia (vivencias, relaciones, encuentros, circunstancias) la que me obligaba a ser escueto en la diversidad posible de calificación. El resultado era el lógico “chafón de no te menees”.
Lo que quiero decir con todo esto es que en muchas ocasiones nos dejamos llevar por la primera impresión. Pero quizá es nuestro afán de predecir, de convertirnos en aprendiz de brujos, lo que nos lleva a dejarnos guiar por tan simple método (ni siquiera nos molestamos en esperar a corroborar… y es que somos unos linces, oiga). “Yo –dicen muchos- sólo tengo que verle la cara a una persona y ya sé de qué pie cojea”. ¡Toma ya!
Caramba, que me lo diga la bruja Lola… pues tira, vale; pero que me lo asevere con rotundidad una persona de las que se dirían “normales” últimamente me empieza a molestar. Eso sí: lo que ya me saca de mis casillas es la reiteración en estos Rappeles de pacotilla, y lo malo es que lo he visto en más de una ocasión… ¡por parte del directivo de una empresa! ¿Se imaginan qué pasaría si quien dice algo así es un aspirante a ocupar la responsabilidad del departamento de RRHH de esa empresa?
Y fíjense que en los manuales de venta y negociación se tratan los estereotipos de manera controvertida (yo mismo tengo algunos en esta página, pero he visto algunos más). Por un lado, se encasillan las diferentes personalidades del comprador o negociador; por otro, la típica sentencia reiterada: ¡jamás se deje llevar por las apariencias o la primera impresión! A pesar de todo, personalmente he de decirles que me sigo dejando llevar a priori por la intuición –entiéndase a falta de otros datos- basada en el conocimiento y la experiencia, pero con una mayor amplitud de estereotipos.
Ahora bien, trato a la mayor brevedad posible de proveer de crédito a mis primeras impresiones con toda la información que me sea posible conseguir. Ya no podemos encasillar tanto como lo hacíamos hace bastantes años, y nuestro acceso global al conocimiento y a la información debería prohibirnos permanecer demasiado tiempo en la aventura de las adivinanzas. En ocasiones –y según para qué- es bueno no fiarse tanto de uno mismo, ¿verdad? Al fin y al cabo, rectificar es de sabios. Pero rectificar sobre la marcha es también de hábiles, muy hábiles. Y como he dicho, a mí ya me han pillado con el pie cambiado. ¿A usted le ha pasado alguna vez? (si a este respecto tiene alguna anécdota divertida que no le comprometa, le pido el favor de que nos haga pasar un buen rato).
Hola German los primeros en clasificar y utilizar esteriotipos en la era moderna fueron los científicos. (En la antiguedad ya la astrología lo había hecho) La Psicología nos muestra con todo detalle la tipología o perfil de las personas o del comprador en el caso de las ventas. Con lo cual no es de extrañar que lo hagamos el común de los mortales. Pero de la experiencia también se aprende. Lo de "poner etiquetas a las personas" tan común como actual hace mucho daño y muchas veces conduce a equívocos. Y aunque rectificar es de sabios a veces es demasiado tarde. Como bien dices hay que fiarse de la intuición pero con reservas y sobre todo no decirlo en voz alta hasta que no estemos seguros de nuestros juicios.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho cómo has expuesto el tema.
Un abrazo
Hola Germán:
ResponderEliminarYo creo que nos dejamos llevar. Igual que no creo, como dices, que nadie sea capaz de acertar de un simple vistazo, tampoco creo que la euivocación sea total. Creo que tendemos a prejuzgar por el entorno, por referencias pero no por nuestras impresiones. Es decir, estas están condicionadas por las referencias. Lo que si es cierto, que la intuición (conocimiento y experiencia: las otras referencias) suele aproximarse por una cuestión de patrones que se reproducen con frecuencia.
Buen post, buena reflexión y uen debate el que has abierto.
Un abrazo
Hola, Germán.
ResponderEliminarPues sí, somos muy dados a este tipo de juicios, prejuicios y demás.
Yo creo que es un poco por aquello de que -no recuerdo ahora cómo se llama esto- somos más dados a fijarnos en aquello que confirma nuestras teorías que en aquello que las desmiente.
De manera que si tenemos un prejuicio sobre alguien y se confirma a posteriori, pensamos: "ves, ya decía yo...", pero si no se confirma, pues... a otra cosa mariposa.
O quizás tenga que ver con el "efecto halo" (¿recuerdas?, según el cual, a partir de una característica concreta de algo o alguien inferimos sus cualidades como conjunto).
Un saludo
Pablo Rodríguez
Hola Germán:
ResponderEliminarYa que nadie se arranca con una "metedura de pata", lo haré yo, pero ya sabes que lo de resumir no es lo mío; relájate y prepárate para un sin fin de detalles superfluos.
PRIMERA PARTE:
Hace unos nueve años mantenía contacto con un señor chileno al que "conocí" en un chat de los primigenios, valenciano para más señas, Ciberchat, del proveedor de internet Ciberia.
Un día trataba de explicarle el sonido de un timple, instrumento canario asociado, casi siempre, al folclore isleño. Unos meses antes había comprado el Cd de un timplista canario, Benito Cabrera, que me había encantado porque había sacado el timple del folclore y le había dado la categoría de "instrumento solista".
Como no conseguía con palabras explicar el sonido del susodicho, decidí intentar copiar una canción del cd y enviársela vía email. Ahora todo parece más fácil, pero en esos años, con mi poca experiencia con estos "bichos" y la dificultad añadida de la "lentitud" de los procesos, aquello se me estaba haciendo un mundo.
En mi mente no cabía la posibilidad que un "autor" se enfadara por copiar su música, ¡vaya una tontería y prepotencia por su parte! si el cd era mío, no?.
Y andaba yo con estos prejuicios respecto a los autores, cuando buscando en otro chat canario a alguien que pudiera facilitarme el paso de "copiar" la canción, empecé a mantener una conversación sobre silencios, fusas y semifusas.
Al poco rato confesé mis intenciones, copiar un fragmento de "Nube de hielo", que así se llamaba la canción.
"¿Conoces a Benito Cabrera, el timplista?- le pregunté a mi compañero de chat.
"Si, claro, como no", me contestó.
"Es que ando intentando copiar una canción suya para enviarla a Chile como muestra del sonido del timple y no se como hacerlo"- confesé.
"Eso no está bien"- me dijo.
"¿Y por qué no? solo quiero que escuchen como suena, esa canción es preciosa"- dije.
"No está bien hacer copias del trabajo de otra persona, ¿no te parece?- me contesta.
"Bueno, no creo yo que el tal Benito se enfade, además no va a enterarse, jejeje"- dije sin conocer lo que me deparaba la siguiente línea.
To be continued..
SEGUNDA PARTE:
ResponderEliminar"Enfadarse, no, pero que no le gusta es un hecho"- dijo.
"¿Acaso eres adivino? juas juas "- reí con todas mis ganas y pensando "que graciosa eres".
"No, adivino no...Soy Benito Cabrera"- sentenció.
"Glups"- pensé "Bah...éste se está haciendo pasar por él, como dije el nombre antes"- seguí pensando.
"Si, claro y yo soy Santa María de la Cruz del Norte y me caí de un guindo ayer tarde, jejeje"- continué con la ironía y la gracieta.
"Bueno, si no quieres no te lo creas, pero que soy quien digo ser es la verdad"- contestó.
"Si, si, aquí todo el mundo dice ser quien no es y todos somos rubios, altos, delgados y estupendísimos de la muerte"- dije.
"Vale, tú misma"- contestó.
"¿Y sí está diciendo la verdad, como puedo averiguarlo?- pensé.
"Está bien, hagámos una cosa, este es mi email, si dices quien dices ser estoy convencida que tu dirección dejará traslucir tu identidad, por lo menos si tienes un correo "de empresa"- dije - "eso sí, tienes 30 segundos para enviarlo y que yo lo reciba porque de otro modo te lo habrás podido inventar sobre la marcha"- dije a sabiendas que no iba a ser posible.
10, 15, 20 segundos..."Tiene un nuevo email en su bandeja de entrada".
"Ay dios que era verdad"- pensé mientras abría el correo.
Y efectivamente, lo era.
Dos meses más tarde, cuando me vine a vivir a Tenerife, y tras muchos correos de ida y vuelta, decidí ir a ver un concierto suyo y "presentarme, oficialmente" y así lo hice. Fue un encuentro muy emotivo, dado que aún me atormentaba la verguenza de "haber intentado copiar su música" y, sobre todo, haber tenido prejuicios sobre los autores antes de conocer su versión de los hechos.
Unas semanas más tarde quedamos para ir a comer y tuvo el detallazo de regalarme un libro, a sabiendas que compartíamos la afición por la lectura.
"El Ocho " de Katherine Neville, con una dedicatoria que dice:
"Para María: cómplice de la risa, de los ratitos insomnes y de los desencuentros cafeteros.
Gracias por dejarme aprender a ser amigos.
Que lo disfrutes.
Benito Cabrera, Dic '00"
Por supuesto, lo leí y aunque un par de años más tarde perdimos el contacto, no solo guardo un libro que atestigua que nos conocimos, sino que cada vez que intento copiar un Cd, el "eso no está bien" parece que me tortura, jaja.
Bueno, pues hasta aquí mi tremenda metedura de pata, pero no me negarás que también fue una coincidencia de las más raras, eh?
Un abrazo.
Hola, Katy:
ResponderEliminarmi opinión es que existe determinada conveniencia en la adquisición de patrones guía, siempre que no permitamos excesivo tiempo a la concesión arbitraria en nuestros pareceres (no hay que olvidar que no es un proceso puramente deductivo sino de apreciaciones subjetivas). Como muy bien apuntas, la voz alta en este proceso ya denota un exceso de autoconfianza que en muchas ocasiones es imprudente.
Muchas gracias por tu comentario y un abrazo, Katy.
Hola, Fernando:
ResponderEliminarcierto, cierto, no hablo de una equivocación sino de la excesiva confianza en la clasificación según nuestros estereotipos. Sometemos nuestra impresión a referencias, entorno y experiencia en uno de esos patrones cuya reiteración observamos, como bien dices. Creo que muchas veces el problema en las personas es que no han adquirido los patrones adecuados o suficientes y por eso los estereotipos son limitados. Pero sí, a falta de otras informaciones necesitamos un primer asidero, pero la cuestión es no pasarse y corroborar cuanto antes.
Muchas gracias y un abrazo, Fernando.
Hola, Pablo:
ResponderEliminarme ha llamado mucho la atención lo que refieres y he ido a buscarlo. Si no lo he entendido mal, creo que se llama "sesgo confirmativo". Y en parte también aplicamos el efecto halo partiendo de una única característica, lo que incrementa todavía más el riesgo de confundirnos en nuestras percepciones sobre el conjunto de la persona o situación.
Gracias por ampliar el contenido, Pablo.
Un abrazo.
Ja, ja, ja...
ResponderEliminarMi querida María, confiaba en ti... y no nos has defraudado. Déjame que utilice esta respuesta a tu comentario precisamente para no responder nada al mismo.
A ESTOS AMIGOS QUE SE PASAN POR AQUÍ LES RUEGO QUE NO SE "SALTEN" EL COMENTARIO DE MARÍA. O los comentarios de esta mujer -en este y otros blogs- dan en el clavo, o nos suele ilustrar con ejemplos descriptivos a la par que amenos.
Gracias, María. Un abrazo.
Siempre tendemos al ‘etiquetado’ y a la estandarización, también en o quizas sobre todo, en el trato personal.
ResponderEliminarAnte la pregunta de que me parece una persona nueva en mi empresa, sea jefe o no, llevo años utilizando el mismo ‘añadido’: De cualquier forma vamos a esperarnos unos 100 días...’
Y efectivamente, hay apreciaciones que cambian...
Saludos.
Yo anécdotas no recuerdo (tener suguro que sí), pero prejuzgar montones de veces. Ahora bien, con la edad vas templandote y miras a la gente de otra manera más serena ¿no?
ResponderEliminarHola, Gabi:
ResponderEliminarla prudencia es una virtud, sobre todo cuando se trata de juzgar a los demás. Pero aunque esa prudencia pertenezca a las expresiones, también en nuestras calificaciones internas debemos ejercitarla. ¡Lo que aprenderíamos si tuviésemos conciencia del juicio al que nos vemos sometidos nosotros mismos!
Gracias por tu comentario, Gabi.
Un abrazo.
Hola, Javier:
ResponderEliminaro nos hacemos más comedidos y prudentes, o ampliamos esas clasificaciones de forma que podamos situar a la persona en un estereotipo más ajustado. Sí, la edad hace mucho (en realidad es el acopio de experiencia el que nos ayuda).
Muchas gracias por pasarte, Javier.
Un abrazo.