Cuando me doy una vuelta por los distintos blogs a los que usualmente me asomo, puedo observar que existe gente muy preparada que expone una diversidad de interesantísimos asuntos cuyo valor instructivo es manifiesto. Sólo hay que observar números (de comentarios, de seguidores, de visitas…) para deducir sin ningún esfuerzo que es gente muy apreciada, valorada y reconocida. Unos aportan, otros se nutren y todos aprenden.
Participar en la red tiene distinta repercusión, en función de la razón y el objetivo que cada uno tenga. Unos participan por crear y desarrollar su marca personal, otros por mantener vivo e incrementar su networking, otros lo llevan a cabo por altruismo al brindar conocimientos y experiencias sin más motivo, otros por seleccionar parcelas de aprendizaje y nuevos conocimientos… Yo no tengo todavía ni idea de esto de la web 2.0, lo confieso. Llevo unos meses asomándome a estos menesteres y sigo sin comprenderlo. Cuando me pongo a leer a Senior Manager o a Jaime Izquierdo, en artículos que provocan reflexiones internas sobre este asunto, yo mismo me quedo en ascuas. ¿De verdad tengo claro qué pinto yo aquí?
Confieso que los clientes con los que pueda trabajar “me los trabajo” (valga la redundancia) al estilo tradicional: la prospección, la búsqueda de una entrevista, la exposición de productos/servicios y la orientación al cierre. Así lo he hecho siempre, de modo que no considero (al menos todavía) que mi nueva “ocupación” en la red sea una forma de promocionarme. De otra manera, orientaría mis contenidos centrándolos en determinados mercados, expondría casos concretos y desarrollaría asuntos orientados a seleccionados productos o servicios, quizá escondiendo un yo-mi-me-conmigo ensalzado, no lo sé.
Pero verán: como de momento no tengo demasiadas intenciones de quedar como la mujer del César, expongo públicamente que en mi vida profesional me he equivocado en muchas ocasiones. En unas he tenido errores técnicos (cálculo de medidas mal tomadas y no supervisadas, con el consiguiente desfase en el presupuesto presentado) y en otras, las más graves a mi juicio, errores en las decisiones. Por mi culpa, una empresa perdió en el lanzamiento mal planificado de un producto. De hecho, unos años después –que no dos o tres meses- llegué a la conclusión de que nunca debí haber promovido la salida al mercado de aquel producto. El estudio previo de mercado no tenía las garantías mínimas para un nivel medio de aceptación y casi puedo decir que aquello se trató de un empeño personal. Por mi culpa, otra empresa perdió en la compra de una partida de materias primas. Yo las compraba en Centroeuropa y las transformábamos en España. Quise visualizar el artículo terminado en lo que compraba y casi puedo decir que me empeñé en posicionar primero mi punto de vista antes que el del responsable de fabricación. Me aventuré en mi apreciación “de lo que iba a ser” y fallé.
Si bien esos han sido los más “gordos”, ha habido otros muchos fallos más pequeños. Y si bien es cierto que he aprendido de mis errores, estos han supuesto un coste determinado para las dos empresas. Y si bien es cierto también que no me pusieron en la calle por mis fallos, tanto yo a nivel particular (aquí sí procede aquello de “el burro delante para que no se espante”) como la empresa –sin necesidad esta de manifestarlo- exigíamos mi reconocimiento, como mínimo, de los errores.
Creo que reconocer los fallos nos hace más personas. Hace que nos conozcamos más a nosotros mismos y permite a los demás darnos la oportunidad de la comprensión y el acercamiento. Pero ojo: dependiendo de en qué tipo de organización te encuentres y el tipo de personas que la dirigen, también te puede poner a los pies de los caballos o colgarte el sambenito (“Por un perro que maté, mataperros me llamaron”). Pero miren, aún así siempre me ha resultado más provechoso y satisfactorio reconocer mis errores ante mis superiores y mis subordinados. Aunque he de decir que no siempre ha sido así, en la gran mayoría de las ocasiones me he encontrado con la comprensión de los demás. En ese negocio yo he terminado con beneficios en la cuenta de resultados.
Habitualmente echamos la culpa de los fracasos a factores externos y los éxitos a factores internos (si he fracasado es por culpa de los demás o porque el sistema no funciona, y si tengo éxito es porque "me lo he currado"). Sin embargo Germán, tener en cuenta los errores significa en primer lugar honestidad con uno mismo y con los demás, y como tú dices, sirve como un gran aprendizaje. Igual que dice la frase "hay que caerse para aprender a levantarse", también a veces cometer errores nos ayuda a modificar puntos de vista y estrategias de actuación.
ResponderEliminarUn saludo,
Oliver
Gracias, Germán.
ResponderEliminarSin convertir esto en una dinámica de grupo catártica (aunque aquí no corramos el riesgo de acabar abrazándonos;-)), te diré que además de que yo también cometo errores todos los días, es la primera vez que veo que alguien hace en la red un mea culpa como el tuyo. Muchos han hablado de la humildad como valor... yo también, pero no -que yo sepa- de un modo tan concreto y sin enarbolar toda una flota de artilugios que más o menos le arreglen el aspecto. Por otro lado, sí, lo que más prima es el "yo, mi, me, conmigo".
Definitivamente me engancho a tu blog porque destila sinceridad y humildad.
19 de octubre de 2009 13:19
Enhorabuena por la sinceridad, como dice Alberto, más claro nunca lo he visto...
ResponderEliminarY al fin y al cabo, y siguiendo con filosofía antigua, "el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra".
La experiencia se basa probablemente más en los errores cometidos previamente (si somos capaces de reconocerlos y aprender de ello) que en los aciertos, porque cuando las cosas nos salen bien, todos somos muy buenos, pero a veces no somos ni conscientes de por qué nos ha salido así, o la suerte que hemos tenido...
Muy buen post para la reflexión...
Un saludo
Pablo Rodríguez
Jolín, Germán, qué impacto me he llevado al leerte. Suscribo todo lo que han dicho mis compañeros (por cierto, hasta ahora todos de Cloud Consulting je,je) y para no repetirme añadiré algo más.
ResponderEliminarErrar es una experiencia humana de igual intensidad que la de acertar pero de distinta somatización. Un acierto es más difuso (nunca se sabe muy bien por qué aquello salió bien) mientras que las causas de un error son siempre mucho más concretas. Leyendo tu comentario, parece que sólo hayas cometido errores en tu vida. Supongo que todos podríamos hacer lo mismo. En lugar de suponer que estamos donde estamos (que esa es otra) fruto de cosas que nos salieron bien, podríamos hacer lo contrario en base a relatar los errores que cometimos y que nos han llevado exactamente al mismo punto en el que estamos ahora. Pero pocos están dispuestos a relatar que escogimos la carrera equivocada, que nos casamos con la persona equivocada (por muy bien que nos vaya nuestro matrimonio), que gastamos en cosas que no necesitábamos y no nos alcanzó para cosas más vitales y hasta que nos equivocamos a la hora de escoger el color del coche que compramos la semana pasada, etc. Todo eso no modifica quiénes somos y dónde estamos, pero podría haber sido de otra forma y sin embargo, no fue así.
Si te preguntas qué haces aquí en la 2.0 y qué pito tocas, tampoco te estreses mucho en disquisiciones. Lo cierto es que estás y que has escrito un post mostrándonos tus debilidades en un formato susceptible de ser leído por millones de personas. Algo querrá decir eso.
Y por último, no estamos en el mundo para ser ganadores sino porque todos somos perdedores y eso nos une.
Un abrazo.
Hola Germán:
ResponderEliminarPues que conste que desde que tengo blog soy más proclibe a estas reflexiones. Y no digo que con esto evite el reconocimiento de mis errores en el espacio adecuado, no. Lo que he encontrado es una manera de ordenar las ideas y compartirlas con personas que seguramente tendrán sentimientos similares.
Enhorabuena y adelante.
Hola Germán:
ResponderEliminarLa vida creo que no es más que una sucesión de errores con pequeños momentos lúcidos de aciertos. Seguramente no sepas que haces aquí, pero yo ahora mismo, si que se porque estoy leyendo y comentando tu post. Y no es ni más ni menos que me gusta aprender de la buena gente.
A los otros, los que no se equivocan ni cometen errores me aburren una barbaridad.
Un abrazo
Hola Germán,
ResponderEliminarAntes de nada muchísimas gracias por la referencia, por dos razones: la primera porque mi intención sobre todo es ésta, invitar a la reflexión. Y la segunda, porque me nombras al lado de Senior Manager, un honor.
Creo que se atribuye a Sócrates (si no es así, por favor corregidme) la anécdota de un discípulo que le confiesa estar preocupado por una decisión que debe tomar. Sócrates le responde "Yo no sé cuál es la decisión correcta. Pero de lo que estoy plenamente seguro es que es sólo una cuestión de tiempo que llegues a pensar que cometiste un error". Quizá la decisión que comentas no fue tanto un error como un aprendizaje, porque si has llegado hasta aquí con este sentido crítico, ya es bueno. De no ser así, quién te dice que habrías tomado una falsa confianza que te habría hecho repetir el error en el futuro pero en un asunto más grave. Total, el pasado no lo puedes cambiar, pero el futuro, sí. Cada día...
Y si no sabes para qué estás en medios sociales ya te lo digo yo, para dejar comentarios impresionantes como el que hiciste en mi última entrada. Si eso no es aportar...
Gracias por la oportunidad de comentar y un fuerte abrazo virtual,
Jaime
Siempre hay alguien que corre más en el gimnasio o nada mejor en la piscina, o sabe cantar mejor, o cocinar, o sube mejor las cuestas con la bicicleta, y si no te has encontrado con él, pronto nos cruzaremos con él; debe ser madurez eso de sacar provecho de los encontronazos que nos damos!!
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Oliver:
ResponderEliminaren realidad, tampoco es tan difícil establecer los errores en el cuadro de factores internos. Es un deporte sano cuando uno extrae conclusiones constructivas, que en el fondo no dejan de ser individuales.
Muchísimas gracias por tu aportación, Oliver.
Un abrazo.
Hola, Alberto:
ResponderEliminardéjame que siga con una pizca más de sinceridad: he estado tentado de "contrarrestar" el relato de esas situaciones profesionales apuntando también éxitos ("¿no me estoy tirando en demasía al fango?", pensaba) pero me di cuenta de que un vano intento, como bien dices, de "arreglar el aspecto" -mi aspecto- no haría más que eliminar todo sentido de lo que quería decir.
Gracias por pasar de nuevo, Alberto.
Un abrazo.
Hola, Pablo:
ResponderEliminarcomo tú bien has dicho, yo lo confirmo en primer grado: te prometo que he aprendido mucho más en esas ocasiones en las que la he pifiado que en bastantes de las jornadas, viajes, seminarios o exámenes que haya podido llevar a cabo. Y es cierto que deberíamos también analizar nuestros éxitos al dedillo, precisamente para tener conciencia de la medida en que escogemos las decisiones que nos llevan al acierto en el contexto, así como también nuestra situación en el momento preciso de la concatenación de circunstancias en que nos encontramos: eso que llamamos suerte (buena o mala).
Como siempre, agradezco profundamente tus comentarios, Pablo.
Un abrazo.
Hola, Josep:
ResponderEliminarespera, espera, que me copio y guardo eso de "impactarte" (¿a ti? ¡Vengaaa!). Y lo de Cloud Consulting no hace sino reafirmarme en el encabezamiento que puse encima del logo (aprovecho para invitar a cualquier amigo que se pase por aquí y crea que puede aportar a CC, pregunte por ello a los amigos Josep Julián o Alberto Barbero).
Pero sigo, sigo. Buena reflexión: podríamos preguntarnos si la causa de estar aquí es consecuencia de nuestros errores. Sabemos que no sólo de nuestros errores, sino del balance en nuestra trayectoria -en el que influirían cuestiones profesionales y personales-, pero es indudablemente bueno pensar en ellos. Te prometo no analizar mucho sobre la 2.0 y así, cuando vengan vientos me refugiaré en Cloud y arreando, que es gerundio. Hombre, millones no (no estaría mal, tú, que si dan pasta por publicidad me hago un profesional de blogspot). Me vale con que los amigos de Cloud, los que quieran serlo y todavía no lo son, y los que no lo son sin saber lo que se pierden en esta comunidad enriquezcan con su participación los contenidos de esta página.
Una vez más, gracias por tu aportación.
Un abrazo, Josep.
Hola, Javier:
ResponderEliminaral final terminamos por no ser tan anónimos como pretendemos, te lo digo yo. Desde luego, la intención no es hacer apología de inutilidad pero ya ves: uno va cogiendo confianza en su relación virtual y pasan estas cosas. De modo que ten cuidado, Javier. No es difícil llegar a compartir más sentimientos de lo que uno está dispuesto al principio, aunque me consta que eso ya lo habrás adivinado.
Muchas gracias por tu apreciable aportación, Javier.
Un abrazo.
Hola, Fernando:
ResponderEliminaresto nos demuestra a los que la cag... (perdón), a los que nos equivocamos que sabemos echarle salsa a la vida y a nuestras circunstancias. En el fondo, se trata de quitarle dramatismo a algo que es inherente a nuestra condición humana, que no es ni más ni menos que cag... (uy, perdón otra vez), que equivocarnos en muchas ocasiones. Y eso precisamente es algo que los demás -al menos, la mayoría- comprenden en mayor medida que lo que nos imaginamos. Es cuestión de empatía. Oye, te agradezco de verdad la consideración.
Una vez más, gracias por tu comentario.
Un abrazo, Fernando.
Hola, Jaime:
ResponderEliminarno tienes que dármelas. Recuerdo que la primera vez que entré en tu página te dije que si no te molestaba, en más de una ocasión acudiría para pedir consejo dada mi desorientación en la red. El tema que tratabas era los hijos y las redes sociales, y desde entonces has dado tema para la reflexión. De modo que te agradezco las orientaciones, tu deducción (sí, suelo ser un tío autocrítico pero sin pasarme de la raya) y el elogio a mi comentario que, al final, no era más que producto de tus propias reflexiones.
Me alegro sinceramente de haber contado con tu participación.
Un abrazo, Jaime.
Hola, Gabi:
ResponderEliminartengo 43 primaveras de circunstancias. Desconozco a qué nivel de madurez me han llevado, pero en el transcurso de ese tiempo me he roto la crisma y el amor propio en varias ocasiones. Por descontado, las tortas en la segunda categoría han sido mucho más duras que las de la primera. En la mayoría de las ocasiones me han enseñado que no sabía tanto como creía. Y al final lo agradeces y te das cuenta de que más gente de la que crees te comprende si bien es cierto que, en el momento, fastidia que no veas.
De nuevo gracias por aportar, Gabi (los caracoles, no te olvides de los caracoles...)
Un abrazo.
me gusta tu blog tiene un sabor intelectual
ResponderEliminarSé bienvenida, Recomenzar:
ResponderEliminarcelebro sinceramente que te guste el blog y te agradezco el comentario. Vero, valga la redundancia , son los comentarios de todos los amigos que por aquí se pasan los que enriquecen el contenido. Por supuesto, estás invitada a formalizar tus opiniones en el momento que gustes.
Un abrazo.