No cabe duda de que el objetivo de un buen profesional, sea este un camarero o un ingeniero aeronáutico, debería ser intentar hacer su trabajo lo mejor que sabe y puede. Pero a veces parece que caminamos por una ancha senda, seguros de nosotros mismos, capaces, decididos, autosuficientes… sin reconocernos que podemos hacer más. No obstante, hay veces también que más vale que ese reconocimiento quede a buen recaudo en el cajón de las intenciones cuando no tomamos la justa medida y orden a la hora de ejecutar tan elevados deseos de triunfo. Esperen, esperen un momento y bajen las cejas, moderen su expresión de asombro que trataré de explicarme:
¿Quién no ha negado en alguna ocasión la realidad? ¿Quién no ha procedido basándose únicamente en su criterio y su instinto antes de contemplar todas las variables? ¿Quién no se ha dejado información procedente en el tintero, quizá por el hecho de que podía contradecir su olfato? No es que me refiera necesariamente a grandes proyectos: basta con observar el área de las decisiones sencillas y aquellas que puedan parecernos a priori intrascendentes.
O por el contrario: ¿quién se ha quedado en las musarañas pensando qué hacer… para finalmente no hacer lo previsto ni tampoco –lo cual es peor todavía- lo debido? Hemos leído en muchos sitios aquello de “demasiado análisis produce parálisis”, ¿verdad? Por otra parte, no parece muy conveniente llevar a cabo proyectos sin la suficiente planificación, porque el batacazo podría ser de órdago…
¿Quién no ha actuado alguna vez de forma equivocada confundiendo la verdad de su motivación (dinero, trabajo, familia, amistades, compras, ventas…)? Porque a veces no ha sido un criterio o instinto equivocado, sino una actuación impulsiva que disfraza la verdadera motivación. Por eso, ¿tenemos claro que los objetivos perseguidos aportaban verdadero valor a nuestro proyecto, a nuestra empresa, a nuestra familia, a nosotros…? ¿O resulta que si decidimos analizar los hechos comprobaremos que hemos caído en una contradicción?
¿Quién no ha sido presa del atolondramiento? Porque también hemos leído muchas veces que la paciencia es pieza fundamental en el desarrollo de proyectos y una correcta gestión del tiempo es una de las bases no solo para la consecución de nuestros objetivos sino también para garantizar la consolidación de los mismos. No podemos considerar acciones como elementos aislados e independientes del conjunto global si necesariamente tienen que seguir determinadas fases de cumplimiento en un orden conexo (¿se acuerdan del “Venga, venga…ya”?)
¿Quién no se ha creído alguna vez el Supermán de los negocios? ¡Dejadme sólo, que esto lo hago yo, de espaldas y con una sola mano! Es decir: sin equipo –sin consejo ni apoyo- y derrochando innecesariamente la energía psicológica y física. ¿Cuestión de orgullo? ¿De “pasión desenfrenada”? ¿O quizá de un mal medido cálculo de posibilidades basado en la propia estupidez?
¿Quién no se ha parecido a un mono con dos pistolas disparando a diestro y siniestro? El enfoque y la determinación concreta de objetivos es algo que también hemos desarrollado en numerosas ocasiones en varios de los blogs que frecuentamos.
Cierto: podemos hacer más. Pero sin duda será más beneficioso que nos planteemos cada día si podemos hacerlo mejor y para ello es muy posible que debamos precisamente hacer menos. Así es como incrementamos nuestro propio valor, porque así es como incidimos en el rendimiento. De nada sirven las previsiones cuantitativas sin las cualitativas y de ello he encontrado un ejemplo hoy, en clase de doblaje (yo hacía de un tío de mediana edad, ex marido de no sé quién, en la serie “Mujeres desesperadas”). El profesor, con mucha vista, me ha dejado que me tirara a la piscina cuando he decidido grabar el take. Y claro: en vez de un ex marido comprensivo parecía que iba a colgar del palo alto del bergantín al nuevo novio de mi ex mujer televisiva. La precipitación, la falta de preparación y ese “criterio confundido” mío han cambiado por completo el sentido de la secuencia.
No aportamos valor ni lo atesoramos cuando no tenemos en cuenta la buena “coordinación del rendimiento”. Si es ordenada, ese valor va sumando fracción a fracción, hecho a hecho, experiencia a experiencia, análisis a análisis. De poco a mucho. Así es como podríamos aspirar a esa especie de “atracón” del éxito propio.
Suelo aplicar todos estos temas al mundo de las ventas, pero observo muchísimos detalles en las clases que me hacen identificar los aciertos y errores en las locuciones y el doblaje con lo que recogen estas transcripciones de Og Mandino. Y como no sólo de ventas vive el hombre sino también de locuciones y doblaje (excepto los cinéfilos de la VOS, que también cuentan con todo mi afecto) yo aprovecho y me agarro a un clavo ardiendo.
Pero de nuevo así es: toda esta parrafada responde a mi interpretación (esta vez algo más “liberal”) de lo recogido en el pergamino nº 8 en “El vendedor más grande del mundo”. He de decir que en aquel post recibimos la amable visita de Fernando López y Cristal00k, aunque no hubo ocasión de comentar demasiado porque me pillaron con una contractura muscular que me dejó tocado varios días (en realidad, tampoco había mucho que decir).
No obstante, todo esto es aplicable tanto a cualquier jerarquía profesional como a cualquier ámbito de la vida personal, ¿no es cierto? Las cosas grandes y pequeñas requieren de su correspondiente análisis y objetivo. La duda está en la intensidad necesaria de la dedicación a esa pre-visión.
Hola Germán
ResponderEliminarEn realidad ya lo tenía decidido, hoy voy a hacer las cosas como yo se que se hacerlas, bien hechas. Y mañana y pasado y ...
Hasta la próxima
Hola germán:
ResponderEliminar¿Quién?
El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Muchas veces nuestra propia "objetividad" es interesada o peca de falta de intensidad. Lo malo es que desde pequeños no nos enseñan a abrir la mente sino a cerrala y así pasa lo que pasa, que analizamos muy mal
Un abrazo
Hola Germán:
ResponderEliminarHas abierto tantos interrogantes en tu entrada que es díficil no responder afirmativamente al menos a media docena de ellos.
Por una asociación de ideas y después de ver el vídeo con el que ilustras tu entrada me he hecho la pregunta del millón. Y yo con quién me identifico más ¿con el candelabro o con el reloj de pared? Pues con el reloj de pared porque me parece un personaje más proclive a caer bajo las balas de tantos interrogantes como planteas.
Og Manino da para mucho, ya veo.
Un abrazo.
Hola Germán, esta vez me he liado entre tanta autocrítica, análisis, ventas, y lo personal.
ResponderEliminar“El objetivo de un buen profesional, sea este un camarero o un ingeniero aeronáutico, debería ser intentar hacer su trabajo lo mejor que sabe y puede”. Y de toda persona que se precie como tal. Siempre hacer las cosa lo mejor que podemos, y aún así esto no es excusa de no querer aprender y tratar de mejorar, o sea hacerlo aún mejor.
¿Que no lo hacemos? evidente, no hace falta más que ver cómo nos va en casa, con los amigos, en el trabajo y cómo va el país y ampliando el mundo mundial. ¿Qué nos justificamos?, nos auto engañamos, evidente.
Todos a entonar un mea culpa. Y el que sea honesto que rectifique,
Un abrazo
Hola, Quique:
ResponderEliminarY una detrás de otra. Por tu trayectoria, demostrado está que lo haces sobradamente bien.
Un abrazo.
Hola, Fernando:
ResponderEliminary nos convertimos en maestros de la prevención con nosotros mismos. Adolecemos de capacidad de autoanálisis (autocrítica) en numerosas ocasiones.
Un abrazo.
Hola, Josep:
ResponderEliminarme encanta La Bella y la Bestia de Disney. Yo prefiero la visión de conjunto en la canción: se empieza por poca cosa y los elementos van entrando en escena hasta conformar finalmente un espectáculo de luces y coreografía convirtiendo la cena en el Festín de Baltasar. Aun así, bueno es que nos hagamos muchas preguntas como esas con objeto de recapitular.
Un abrazo y muchas gracias, Josep.
Hola,Katy:
ResponderEliminarpor supuesto, a nivel personal y profesional. Sin duda, engañarnos a nosotros mismos es uno de los recursos más inocentes a los que las personas recurrimos con más frecuencia. En el fondo, somos nuestros propios jueces pero resulta que anteponemos las pruebas amañadas al veredicto propio. Y como dices, el remedio a todo esto no es otro que la honestidad propia.
Gracias por el comentario, Katy.
Un abrazo.
Por lo que veo y me cuentan, he llegado a pensar que solo somos unos pocos privilegiados los que podemos tomar la decisión de elegir a veces el largo plazo versus el corto y de, por lo tanto, dedicar tiempo y esfuerzo al análisis, a la planificación y a hacer las cosas bien.
ResponderEliminarLa mayoría de las personas que trabajan no tienen margen de actuación y se sienten obligadas a hacer lo contrario. Tengo la sensación de que hay poca vocación y muchas personas que se rinden a que el trabajo sea solo para ganar dinero... y luego desarrollan toda una tecnología para explicar porqué no buscan una opción de vida más motivadora.
Creo que una de las asignaturas del buen profesional es el saber calibrar el grado de delegación en sus tareas, y por otro lado el concepto de saber trabajar en equipo... Igual en este país no andamos muy sobrados de estas cosas...
ResponderEliminarBuen finde!
Hola, Alberto:
ResponderEliminarcreo que el privilegio es directamente proporcional a la organización propia o de la empresa. Sin embargo, es cierto que en muchas ocasiones la decisión se deja al libre albedrío de las circunstancias (y no son precisamente estas las que debieran tener el dominio absoluto).
Un abrazo y muchas gracias, Alberto.
Hola, Gabi:
ResponderEliminarsi esa fuera solo una de las asignaturas, ya podríamos darnos por contentos (¡qué te voy a decir a ti!).
Gracias por pasarte y comentar, Gabi.
Un abrazo.