Las experiencias cotidianas o fuera de orden profesional podrían muchas veces ser exponentes de comportamiento aplicable precisamente a nuestra realidad empresarial. Es curioso cómo en numerosas ocasiones, centrados únicamente en la “misión, visión y valores” de las organizaciones a las que pertenecemos, es difícil percatarse de ejemplos que podríamos trasladar al comportamiento interno de nuestras empresas.
Durante esta época en la que no he participado en este y otros blogs amigos de interesantísimos contenidos (deberé ponerme al día en las entradas de Economía Sencilla, Inteligencia de las Emociones, Senior Mánager, Francisco Alcaide Hernández, Óptima Infinito y otros varios) he tenido la oportunidad de colaborar en una institución de atención a las personas mayores, de esas en las que en ocasiones quedan los ancianos aparcados por parte de las familias y en otras, conscientes las propias familias de la idoneidad de estos centros (sólo en determinados casos familiares), procuran una plaza en la convicción –doy fe de ello, al menos en el que he estado- de la atención y los cuidados a estas personas, cuando sus propios hogares ya no son hogares. He tenido amplia libertad de acceso, incluso imprevisto, a todas las áreas en las que estas personas “se mueven y son movidas”. Desgraciadamente (aunque aceptando el orden natural de nuestra existencia) también he debido asistir a dos funerales de residentes con quienes había establecido relación. No es que haya sido una relación profunda, en poco más de un mes, pero sí lo suficiente para conocer aspectos de la vida personal –presente y pasada- de ellos, lo que estrechaba el vínculo afectivo que, de forma natural, termina estableciéndose entre el asistente y el asistido. Por eso seguiré llamando, cuando no pasando por allí, para interesarme y charlar un poco con Dª Josefina, viuda de D. Vicente, quien a sus 91 años puede –afortunadamente para ella- dar a muchos lecciones de actitud positiva ante la vida.
Pero volviendo a cuestiones de ordinaria –quizá en el caso que relato no tanto- observación en otros terrenos, pude darme cuenta de muchas facetas entre aquellas paredes. Un día (y sinceramente lo escribo con cariñoso recuerdo que perdurará durante mucho tiempo) estuve a punto de hacer una foto que me llamó mucho la atención: despacio, en el pasillo hacia las respectivas habitaciones, “circulaba” un pequeño ejército de personas; unos con paso muy, pero que muy pausado dejaban sitio a aquellos que iban trasladados en silla de ruedas; otros, con paso todavía más pausado apoyados en un andador, dejaban paso a los que aún se valen por sí mismos para andar; y los que más facultades que para esto tenían se encargaban de empujar aquellas sillas con destino a la habitación del compañero o cónyuge residente. Pude observar un espíritu sincero de colaboración desinteresada entre residentes: sin quejas, sin caras de fastidio por ayudar. El espíritu de servicio estaba también presente en aquellos que se encargaban del turno de portería y más de uno, ocupando puestos de atención al cliente, se sonrojaría al comprobar la disposición de estas personas mayores cuando eran solicitadas por alguien, fuera externo o interno en la residencia. De esto da buenos consejos nuestro amigo Pablo Hernández en su blog “Economía Sencilla”, en el post “Darse a conocer”.
En estas personas, la sonrisa estaba regularmente presente. Y no lo digo frente a una persona que los visitaba y los atendía, como alguien ávido de visitas y a quien no le preguntan ni la hora, sino que entre ellos se trataban –y se tratan, ¿eh?- de forma afable y cariñosa (quisiera que más de uno viese, una semana antes de su fallecimiento, la actitud de Don Vicente: ¡qué ejemplo!). Sobre esto también da buenos consejos el amigo Francisco Alcaide, en el post “Una simple sonrisa”.
He comentado que se me dio amplia libertad para circular sin lugares vetados, salvo los lógicos que todo el mundo entendería. Pero no sólo por parte de la dirección, sino que también por parte de los residentes se hacía visible la confianza en las personas. Don Víctor, totalmente ciego y casi sordo, me solicitaba sin reservas abrir cualquier armario, cualquier cajón para alcanzarle lo que necesitara. A Don Virgilio o a Doña Pepa más de una vez les he llevado algo al comedor, por lo cual entraba y “rebuscaba” con libertad en sus habitaciones. Y ni qué decir tiene la que se tenía sobre las personas encargadas por parte de los residentes. En cualquier caso, nuestro amigo Josep Julián nos instruye sobre cuestiones de confianza en su blog “Inteligencia de las Emociones”, en su post “Valor añadido”.
También hubo algo que pude observar de forma plausible: la conciencia real de las verdaderas necesidades y aspiraciones. Real. Y este factor de realismo de necesidades y aspiraciones probablemente responda a la incuestionable experiencia de personas ya bien entrada en años. Experiencia… y sabiduría. Sin confusiones en las verdaderas necesidades y en el orden de las mismas, así como con evidente realismo en lo que se refiere a las aspiraciones. En esta materia también puede instruirnos Senior Manager, en su post “Qué nos motiva en el trabajo”.
La aplicación de estas y otras actitudes a la empresa, en los paralelismos mencionados o en otros, nos enriquecería sin lugar a dudas. Quizá sea utópico, pero una aplicación –personal, por supuesto- tanto horizontal como vertical de determinadas disposiciones puede convertir un proyecto en una aspiración personal de equipo. Literalmente. Y el caso es que no tenemos más que observar y pensar que, en el fondo, todos seremos dependientes antes o después. ¿Pueden creerlo?: yo no era consciente de ello hasta este mismo verano. Y de verdad que se aprende a relativizar muchas cosas y a conceder verdadera importancia a muchas otras.
Perdonen que no me refiera esta vez a las ventas. ¿O sí que lo he hecho?
Una palabra clave de tu exposición sería: confianza.
ResponderEliminarConfianza en ti, en los demás...
Si aprendiéramos a confiar más, en uno mismo... y en los otros,...mejor nos iría.
La crisis financiera, por ejemplo, a mi entender, tiene mucho de crisis de confianza.
Hola, Josito:
ResponderEliminarEfectivamente, en nosotros parece primar el sentimiento de desconfianza dentro de las empresas antes que "abrir la mano". Incluso, como comentaba, en la línea horizontal. Es cierto que nuestros prejuicios nos llevan a revivir determinadas situaciones en las que nos han dado por todos lados, pero creo que los escalafones inmediatos en las jerarquías de las organizaciones han evolucionado hacia una tendencia de equipo, en que la confianza va asentándose sí o sí (si bien es cierto que, por desgracia, no podemos generalizar).
Gracias por pasarte y dejar tu comentario, Josito.
Tenemos tanto que aprender de los mayores... y de todo el mundo en general.
ResponderEliminarPara ello, hace falta ser observadores, tener la mente abierta y ser suficientemente humildes para percibir estas enseñanzas.
Y si además eres capaz de aplicar lo aprendido, en este caso al mundo de la empresa, miel sobre hojuelas.
Gracias por compartir esta experiencia con nosotros.
Un abrazo
Pablo Rodríguez
En cuanto supe que habías dedicado una parte significativa de este verano a colaborar altruistamente en una residencia de ancianos tuve la convicción de que esta experiencia quedaría grabada en tu código genético.
ResponderEliminarSiento un gran respeto por ti y por haber decidido regalar tu tiempo que, en contrapartida, te habrá transformado y que ha convertido en inncesario utilizar o acceder -lo cito como ejemplo- a los blogs que frecuentabas.
La generosidad tiene esas cosas. Nos pide algo que se puede dar aunque pocos estén dispuestos a hacerlo y nos devuelve con creces bienes que no se pueden comprar en ningún sitio. Toda una lección de la que tomo nota.
Un abrazo y espero que nos vayas iluminando con parte de lo que hayas recibido que estoy seguro de que será mucho.
Hola, Pablo:
ResponderEliminarUna vez me planteé participar en un taller de escritura. Ya hace muchos años de esto y no acudí más que a un par de sesiones, pero una de las cosas que se me quedó fue la necesidad de captar la imagen y desarrollar con ella una situación o vivencia, real o imaginativa. En efecto y como bien dices, hace falta ser observadores; y un buen apunte que dejas: humildes. Así convertimos en implícitas las diversas experiencias sin revestirnos de corazas absurdas o pretendidas diferencias.
Como siempre, es un placer debatir contigo en los blogs mutuos.
Un abrazo.
Hola, Josep:
ResponderEliminarMe estás sacando los colores, amigo.
En fin, sinceramente las cosas que hacemos las hacemos por planificación, en unas ocasiones, o simplemente aparecen y te dejas llevar. Y este último fue mi caso, del que en absoluto tengo ningún mal recuerdo -todo lo contrario-. De verdad os digo que si alguna vez podéis cogeros sólo unos días, como bien dices encontraréis una correspondencia inmaterial que os "hinchará". No obstante, estoy seguro de que es más duro el trabajo que los voluntarios hacen con niños en países del tercer mundo que lo que yo hice.
Pero ahora que pienso, la correspondencia no ha sido del todo inmaterial en mi caso: una buena señora me regaló una botella de colonia para mi mujer. ¡Y a ver quién era el guapo que rechazara un detalle! Hablando en serio, me da igual lo que valga esa colonia (no tengo idea de precios en perfumerías) pero sé que cada vez que mi mujer la use, me acordaré de las personas de la residencia. Eso es lo que vale la botella de colonia. De hecho, creo que mañana mismo (si no puede ser, pasado mañana) me daré otra vuelta por ahí.
Un abrazo, Josep.
Tú ya sabes que no es la primera vez que te acercas a estos menesteres. ¿No te acuerdas allá por los 80 de las visitas puntuales de ancianos o chavales más olvidados aquí en Valencia?
ResponderEliminarDa igual como dices que no hables de ventas, o quizá sí que lo haces. Con esto me vale.
P.D.: no escribo mucho en los blogs (mejor dicho no escribo casi nada) pero me llamo la atención lo que me dijiste y aquí ando. Nos vemos.
Hola, JB:
ResponderEliminarya me conoces, no es cuestión de airear iniciativas pasadas. Además, aquellos eran otros tiempos para nosotros, ¿no te acuerdas tú?
Me alegro de que te pases por aquí, sabes que eres bienvenido tanto en el blog como en casa.
Un abrazo y ya hablamos.